Eva Villar

LA CASA ENCENDIDA

 

 

Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… y coincidir. (Mario Benedetti)

 

Entramos por orden riguroso de llegada y en la puerta se nos da un número aleatorio, correspondiente a la butaca que tendremos que ocupar. El mío es el 58, ¿por qué el 58? En fin, no me haré preguntas transcendentales propias de intelectuales, burgueses con tiempo para leer e-books, disfrutar de series en Netflix o acudir a La casa Encendida a ver performance nonsense. Iré al grano:

11 de noviembre de 2016, estación Delicias de Zaragoza, paso sin contratiempos el control del AVE, ni un pitido, limpia de metal y creyéndome enamorada… 10:30 a.m y el tren llega puntual como el reloj de mi móvil. Subo al coche 13, asiento 3 A, empuño mi maleta, la elevo con equilibrio y fuerza encajándola en el compartimento para equipajes, las lumbares tiran… y me pregunto cómo seguir viajando en tren con 20 años más de edad y menos de flexibilidad…pero no, no me haré preguntas, tengo hambre. Zigzageo por el estrecho pasillo hacia el  vagón-cafetería, un sándwich de atún, un vino blanco y todo un robo a mano armada que gracias a las diosas puedo permitirme sin pestañear, si no me tomo el segundo vino no es por ética anti-atracos, sino porque soy perfecta, salvo por mi sentido de la orientación… El escaso que se me concedió en el reparto de inicio a esta vida terrenal, tendré que mantenerlo intacto para poder llegar a la dirección que me dio Nacho, el hombre que conocí aquel fin de semana estival en Lanuza. Volveremos a vernos después de, hace hoy justo, 13 semanas y 3 días.

You are beutifull, really beutifull

“Lo sé”

Nos separan de los amigos… o los familiares… o los conocidos… o con aquellos quienes quiera que hayamos acudido al ritual “performántico”, sola, ya sin Victoria, busco la butaca número 58.

Pita mi wasap.

“Eh, a qué hora venías a Madrid? Espero que todavía no hayas tomado el tren y puedas cambiar el billete. Estoy comenzando a conocer a otra mujer y, por respeto a ella… mejor no nos vemos.”

“ 🙂 ”

¡Qué cuerno! Me tomo ese segundo vino blanco, aunque todavía no lleguen ni a ser las 11 a.m.

Me encanta este lugar donde el carnicero igual te vende un kilo de panceta como que te pone una cerveza y una tapita de carrillada, un DJ ameniza el cotarro. Entre la multitud alguien me sonríe, soy miope y ya con dos vinos blancos y una Mahou fresquita enfoco con dificultad… ¿Victoria Pérez Royo?

¡Qué casualidad! ¿Qué haces aquí? Y tan bien acompañada…(Se refiere al neuyorquino que llevo al lado)

Eso mismo me estaba preguntando yo…

Aunque no nos veamos con frecuencia, el trabajo y las ciudades distantes nos separan, somos amigas desde hace ya más de una década.

¿Tienes algo que hacer hoy a las 21:00 p.m? Estoy comisariando el festival Ser Público en La Casa Encendida y hoy traemos la performance “We are stillwatching” de Ivana Müller, quizá allí descubras por qué estás aquí.

Pues la verdad, no tengo otra cosa que hacer. Acepto.

Atocha, 12:13 p.m., tomo el cercanías y me apeo en Sol, como podría haberme apeado en cualquier otra parte… en realidad ando bastante perdida y con mi escasa orientación definitivamente agonizando, me interrogo qué mierdas hago yo en esta capital… En fin, no es momento de hacerse preguntas transcendentes, iré al grano:

Un negro de los que te quita el hipo me para: “You are beautiful, really beutifull”. Así da gusto salir a la luz… y la verdad es que después del ostión que me metió el pitido del wasap, oír algo así restablece mi ego. “I know, I am beautiful, really beautifull”. El adonis azabache me cuenta que ha llegado de Nueva York a Madrid para jugar un partido de balonmano, que le apetece descubrir la ciudad y que le habían hablado del Mercado de San Fernando, que si lo acompaño. ¡Qué diablos! ¿Y por qué no? El yanqui, mi maleta y yo nos vamos dirección Lavapiés. Llegamos al susodicho mercado justo a las 13:03 p.m. de un 11 de noviembre de 2016. Me encanta. ¿Victoria?

Andy desapareció del mismo modo que apareció, por sorpresa, y Victoria y yo seguimos tapeando entre panceta, carrillada y Mahous.  Miré el reloj de mi móvil y eran las 20:30 p.m cuando ella decidió que era hora de ir a la caza de mi destino.

Butaca 58, ¡encontrada!

Perdona, ¿podrías retirar tu maleta para dejarme paso? (me increpa al que el destino le llevó a la butaca número 59)

Después de dos vinos a.m y tres cervezas p.m., mi orientación definitivamente yace inerme, pero por alto que sea mi grado de desorientación, no hay duda, aquí y ahora, coincido en “We are stillwatching” contigo… El universo cruje, mis huesos se recolocan en el lugar preciso en el que las lumbares ya no duelen… y retiro sin esfuerzo mi maleta para dejarte paso. 45 años estuve esperando a que te sentaras a mi lado. Iré al grano: comienza la función y el público que aquí y ahora coincidimos, toma los guiones que se encuentran bajo las butacas, leemos nuestro papel asignado, subrayado en amarillo.

Performance “We are stillwatching” de Ivana Müller

Número 3: “¿Y hemos pagado para ser nosotros mismos quienes interpretemos la función?”. Número 13: “Eso parece”. Número 3: “¿Decepcionado?”. Número 13: “En absoluto”. Número 58: “45 años estuve esperando a que te sentaras a mi lado”. Número 59: “You are beutifull, really beutifull”.

Y es así como el público, en esta metaperformance, le damos vida al texto… Y ya perdonará la Müller que no lo haya transcrito de manera literal, de hecho es ella la que me incita a la libre interpretación, porque… ¿qué otra vida podríamos darle a un texto sino la de nuestra propia experiencia?…  ¿Acaso no es todo texto activado por su receptor? A fin de cuentas… ¿qué es un texto sin su público?

Se me antoja que tan insustancial como una Moira sin actor. Pero no, no me haré preguntas transcendentales propias de intelectuales, burgueses con tiempo para leer e-books, disfrutar de series en Netflix o acudir a La casa Encendida a ver performance nonsense que solo cobrarán sentido por obra y milagro de su intérprete.

 

Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… y coincidir. (Mario Benedetti)

 

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