Para una filosofía de la escultura
PARA UNA FILOSOFÍA DE LA ESCULTURA
ÁNGELES MARCO: OBJETO, IMAGEN Y FICCIÓN
Román de la Calle
Ángeles Marco ( Valencia,1947-2008) inicia su decidida andadura, en el quehacer escultórico, hacia mediados de la década de los años sesenta, aunque será a partir de 1973 cuando su trabajo se enmarca ya en un meditado programa que asume criterios de continua experimentalidad y máxima cualificación, centrándose además en líneas temáticas bien determinadas.
Esas dos notas –experimentalidad cualificada en la investigación y tematización, como estrategia y recurso para el establecimiento de un cierto horizonte unitario en sus proyectos- definirán la posterior evolución de sus series escultóricas, a lo largo del último cuarto del siglo XX, sin olvidar algunos trabajos puntuales, que también comentaremos, que penetran en el primer lustro del XXI.
Siempre nos ha parecido relevante el hecho de que, en su sostenido esfuerzo por conformar y dotarse de un lenguaje individual, Ángeles Marco haya considerado como partes de un mismo y único proceso tanto la construcción de sus objetos y propuestas como el desarrollo de la más completa conceptualización posible en torno a tal actividad. Es esa aguda y crítica autoconsciencia la que, a fin de cuentas, correlaciona íntimamente proceso y programa, en su dedicación escultórica.
A veces da, incluso, la impresión de que es el programa el que guía –minuciosamente– el proceso se
guido, pero he aquí que la propia versatilidad de dicho proceso acabó siempre demostrándonos palpablemente que era, en resumidas cuentas, el proceso mismo el que contenía y definía las condiciones específicas de la realización del programa. Así,
si meditamos en ello, podemos constatar que cada serie se distiende históricamente entre las rigurosas adaptaciones del programa y las flexibles circunstancias –a veces coyunturales– que enmarcan, en cada caso, el proceso resultante.
Sin duda, su empirismo crítico se deslizaba además por la barandilla de una metodología pluralista.
Quizás, en buena medida por ello mismo sus series fueron siempre abiertas, nunca consideradas –del todo– conclusas. Y así, se reservaba de continuo el derecho y la oportunidad de poder volver a revisitar, alternativamente, los límites de cada serie, ampliando, revisitando e introduciendo tentadores suplementos en su impenitente y recursiva reactualización de las mismas.
Tampoco faltó nunca, en el trabajo escultórico de Ángeles Marco,un marcado y profundo sentido antropológico, más implícito –a decir verdad– que directamente explicitado. Así aunque, de hecho, nunca representada –como inmediato referente figurativo– la presencia humana se halla perpetuamente como agazapada y a la espera de saltar, desde el principio hasta el final de sus propuestas.
Tal sucede, ciertamente, en muchos trabajos de Ángeles Marco respecto al planteamiento de las dimensiones, cuya elección –con sus diversas variantes– no dejan de conllevar puntuales significados. Así, abundaban en su taller objetos escultóricos realizados a pequeña escala, como desarrollo de ideas, quizás a caballo aún entre la imaginación y la realidad tangible, que no por ello dejaban de impactar al visitante. Y junto a ellos podían encontrarse asimismo esculturas diseñadas con una medida totalmente inadecuada a la caracterización y escala humanas y que, sin embargo, psicológicamente no dudaríamos en calificar como «objetos accesibles», por la inmediata correlación que mantienen, a pesar de sus proporciones, con su supuesto uso.
Esa dispar y reiterada inclusión de la activa presencia del sujeto espectador obedecía siempre, por cierto, a una intención previa y perfectamente calculada durante el desarrollo del proyecto escultórico: la propia Ángeles Marco filtraba su quehacer asumiendo explícitamente el genuino papel de primera espectadora / mediadora del programa. Al fin y al cabo, lo experimental no sólo se declina en los hechos y en las conclusiones fácticas inferidas de aquéllos, sino que también, entre tales hechos, cohabitan las ideas, las miradas, los recuerdos e interpretaciones relativas a los mismos.
¿Hasta qué extremo en los procesos escultóricos de Ángeles Marco, algunos de los problemas por ella misma planteados no eran sino cuestiones surgidas directamente a partir de determinados conflictos de interpretación, que afloraban cronológica e intermitentemente entre la planificación inicial (programada) de la serie y las posteriores lecturas / mediaciones quizás, incluso, transgresoras, asumidas –desde su papel de observadora privilegiada– en el particularísimo desarrollo paulatino de la conformación de cada una de las piezas?
Diríase que, en el contexto de sus series, incluso al contemplarlas hoy, no deja de emerger todo un cúmulo de «imágenes en competencia», capaces de producir, por sí mismas, niveles múltiples de ambigüedad, merced a lo cual se propician y generan, a menudo, dobles lecturas perceptivas en sus propuestas escultóricas. Eso era, al fin
y al cabo, lo que ella deseaba provocar y mantener.
Por otra parte, tratándose de una producción artística acogida explícitamente al concepto de serie, quedaba plenamente justificada la sistemática adopción de temáticas diversas, tratadas en el marco común de la serie. De hecho, tales temáticas podían, además, estar íntimamente relacionadas entre sí, de forma que una concreta temática a menudo propiciaba diversos enfoques similares, a modo de variantes de interpretación, a partir de una idea quizás común a todas ellas.
No sólo se trata, por lo tanto, escuetamente de conformar imágenes – a menudo cargadas de intensos recursos poéticos, a pesar de su aparente frialdad expresiva, dados los materiales comúnmente utilizados– sino de que tales imágenes se incardinen además de manera directa, en la conformación de objetos.
Tal como hemos apuntado, las series fueron, comúnmente, el auténtico eje vertebrador de la poética / programa constitutivo del quehacer escultórico de Ángeles Marco, así como de sus concretos procesos de articulación y génesis de cada una de las piezas, en su versátil relación con el conjunto.
Sólo, a modo de resumen cronológico, nos parece conveniente traer a colación la tabulación de las series que Ángeles Marco desarrolló desde el año 1974, a pesar de que sólo ocuparán nuestros actuales recorridos aquellos planteamientos seriados que han constituido su quehacer escultórico en la última década del siglo XX y su tránsito al XXI.
Etapa inicial (1970-1973)
Serie Modular (1974-1980)
Serie Espacios ambiguos (Imagen y Ficción) (1980-1986)
Serie Entre lo real y lo ilusorio (1986-1987)
Series Tránsito y Salto al Vacío (1987-1989) Serie Suplemento (1990-1992)
Serie Presente / Instante (1991-1992)
Serie Suplemento «Entre» (1992-1995)
Serie Suplemento al Vacío (1996-1998)
Performance Fílmica (1999-2001)
Última relectura: un resumen transvisual (2004-2005).
En lo que hemos calificado como “Etapa inicial”, queremos englobar todos sus trabajos iniciales, decantados –curiosamente– hacia una cierta figuración subjetiva, utilizando materiales muy distintos, aunque fuese con preferencia el mármol el `as y tratamientos matéricos diversos. Sin duda, fue una etapa de amplio tanteo.
Será a partir de 1974 cuando se incline decididamente hacia las construcciones modulares, concebidas en series integradas de objetos normalizados, casi siempre elaborados manipulando planchas metálicas. Esta etapa, en la que ya destacará un cierto minimalismo racionalista, se extendió prácticamente hasta finales de los años setenta.
Los módulos geométricos combinables no alcanzaron grandes formatos, ni fueron planificados como elementos aislados. Se trataba más bien de investigar cuestiones estrechamente relacionadas con la composición de formas, ámbitos espaciales y pequeños environments, en los que el cromatismo puro e intenso asumía a veces un papel homogeneizador del material tratado e introducía su propia normativa en el conjunto de los códigos que regulaban y establecían los posibles juegos combinatorios.
Sin embargo, ya hacia 1979 las planchas van liberándose de las pautas rígidamente constructivas, a la vez que se abandona el culto por la pureza cromática. Paulatinamente fue concediendo mucha más importancia a la presencia misma del elemento metálico y a sus propiedades directamente sensibles, tanto en su calidad de material en sí mismo físicamente manipulable, como tomándolo como soporte para la aplicación de otros recursos, tales como las masillas reactivas, las tintas serigráficas, los pigmentos nitrocelulósicos, las grafitaciones, los collages o los dibujos.
Esos años conformaron un periodo de intensa transformación, que funcionó de hecho como puente entre la etapa precedente, de formación, de los setenta, y el posterior modus operandi de una Ángeles Marco, que irá siendo cada vez más conocida. Muchos elementos utilizados anteriormente en calidad de medios para la realización plástica se convertirán luego en directos objetos de análisis, sin dejar por ello de participar en la conformación de las obras: rasgos figurativos de cuño arquitectónico, planteamientos geométricos de perspectivas contrapuestas, enlaces entre lo bi y lo tridimensional, etc.
Es así como irá estableciendo –a nivel de postlenguaje– lo que ya denominé su “nueva poética de la negación”: no a los requerimientos cromáticos, no a la coherencia de una construcción espacial unitaria, no a la correspondencia de los planos visuales en la obra, no al estricto racionalismo anterior, no a las lecturas referenciales, no a los armónicos recursos lúdicos de las formas…
Posiblemente fue esa doble apelación a los elementos del lenguaje visual (para utilizarlos y para analizarlos en la propia obra), asumiéndolos y de algún modo haciéndolos a la vez inviables, como portadores de sentido y orientación, lo que en última instancia constituyó la base de sus hipótesis de trabajo posteriores. De ahí nacieron –encadenadas– las diferentes series.
Un dato fundamental será la apertura y movilidad de aquellos procesos / programas que iban a presidir el desarrollo de las series y, desde ellas, definir los objetos escultóricos de Ángeles Marco. Diríase que su talante plenamente experimental planteaba en cada serie –respecto a las demás– tanto la recursividad como la innovación: no temía ni dudaba, lo más mínimo, ante la posible reutilización de recursos ya conocidos, readaptándolos, de hecho, con igual soltura como podía incorporar nuevas estrategias y nuevos procedimientos a la propia construcción.
Por último, no podemos pasar de largo respecto a los considerables niveles de resolución técnica que presentaban habitualmente las obras de Ángeles Marco. En ese sentido, uno de los aspectos primordiales –ya apuntado anteriormente– viene siendo el estudiado tratamiento y el recurso plural a distintos sistemas técnicos, directamente transvasados del mundo industrial y de la ingeniería. Siendo éstos, lógicamente, readaptados en conjunción con los sistemas técnicos más específicamente escultóricos.
Así Ángeles Marco experimentaba con sistemas técnicos de uniones móviles y de uniones desmontables, con sistemas de taladro, corte, curvado y plegado. También aplicaba soluciones basadas en técnicas de enfaldillado y sistemas diversos de soldaduras. Procuraba dominar técnicamente el oficio, para –desde tal premisa profesional– poder remontar el vuelo de la investigación artística.
Tampoco había renunciado –sobre todo en la última parte de su trayectoria– en vistas a la construcción de determinadas piezas escultóricas, a distintos procedimientos de trazado, reproducción, medición y verificación llevadas a cabo a través de medios tecnológicos. Tal sucedía, como era lógico, con la aplicación del ordenador al diseño escultórico y a la realización y ajustes técnicos de alta precisión, o bien con la conformación de determinados objetos mediante molde-inyección de materiales fundidos en estado líquido, como el caucho a 130º de temperatura, que posteriormente solidifican. En realidad conocía muy bien el comportamiento de estos materiales, como lo había demostrado ya en experiencias precedentes.
Pero no por ello dejaba Ángeles Marco de recurrir y combinar otras estrategias técnicas en las que podían intervenir, por ejemplo, conjuntamente el torno y los sistemas de construcción mediante cajas de reproducción. Sin embargo, no se olvide que comúnmente los objetos escultóricos no sólo atendían a los aspectos propiamente estructurales y constructivos sino que, de hecho, su pertinente acabado venía resuelto con eficacia por tratamientos de superficie muy diversos, tales como podían serlo los recubrimientos antioxidantes, los tratamientos mediante masillados con tinción, con pinturas de intemperie o incluso recurriendo a la encáustica, entre otros procedimientos. A menudo también las piezas eran realizadas –de
acuerdo con su ubicación y su relativo sometimiento a las oscilaciones climáticas exteriores– con materiales resistentes a la corrosión, como era el caso del acero Corten-A. De hecho, siempre me impactó su extrema profesionalidad.
Durante décadas había seguido, por mi parte, con asiduidad y dedicación profesionales, la trayectoria de Ángeles Marco, a través de sus investigaciones y experiencias en torno al mundo de la escultura. De hecho, ninguna etapa de su itinerario había quedado al margen de mis intereses como crítico de arte y todas ellas, a decir verdad, han merecido
el correspondiente estudio y reflexión, por mi parte. Desde sus primeras propuestas de la segunda mitad de los años setenta, más estrictamente atraídas por el desarrollo de objetos tridimensionales y por la estructuración seriada de sus formas, hasta sus sólidas preocupaciones escultóricas posteriores, mucho más cargadas de referencias conceptuales y/o
conectadas, cada vez más, con cuestiones audiovisuales, siempre me parecieron las etapas de su itinerario dotadas de una singular carga reflexiva.
De ahí surgieron, durante tantos años, las frecuentes visitas a su taller y las reiteradas conversaciones mantenidas, tanto frente a sus proyectos como ante sus obras recién terminadas. Quizás en esas colaboraciones y diálogos tratamos de recorrer senderos que intermitentemente se cruzaban o descubríamos en nuestras vidas académicas ciertos paralelismos, entre la teoría y la práctica, entre la crítica y la creación artística.
Por eso mismo me interesé, de manera muy particular, cuando me comunicó, tras un largo paréntesis de enfermedad, la nueva vuelta de tuerca que pensaba dar a su quehacer escultórico, fundada sistemáticamente –una vez más– en una pormenorizada revisión de algunas de sus aportaciones precedentes, con el fin de poner en pie una nueva exposición de sus trabajos reasumidos y replanteados.
Sin duda, la transvisualidad ha sido una categoría fundamental de la estética contemporánea, que –tras cruzar más o menos silenciosamente, guadianizando la historia entera del arte– se ha afianzado, como estrategia operativa, en el transcurso del siglo XX, para convertirse en imprescindible precisamente en aquellas décadas que han funcionado como puentes en el cambio del nuevo siglo.
Así como todo texto emerge de otros textos y a ellos nos remite recurrentemente, de manera igual, en el universo comunicativo que por doquier nos rodea, cada imagen echa sus raíces en la historia de otras imágenes y hacia ella apunta con sus posibles enlaces, guiños, citas, relecturas, sugerencias y transgresiones.
Sin duda, Ángeles Marco, en su extensa y prolija trayectoria, ya había puesto en marcha el ejercicio creativo de tal categoría productiva, pero en esta ocasión quería, como decíamos, aplicarse de nuevo a esa prolífica transvisualidad, para ejercitarla pautadamente y paso a paso sobre algunos de los hitos más destacados de su propio recorrido artístico. Es decir que como una especie de sistemática relectura –de revisión selectiva y de posible apertura e indefinida complitud– Ángeles Marco quería revisitado, una vez más, sus proyectos y sus piezas ya históricas, demostrando con ello que su itinerario artístico personal supuso tanto –en su momento– una definición periódica de opciones (la implantación de una cierta poética, con su operatividad y sus normas, según las etapas efectivas desarrolladas) como el hecho mismo de tener que relegar (dejando en el camino, como a la espera y en reserva) muchas de las posibilidades apuntadas en el seno mismo de tales opciones escultóricas.
Ahí están, algunas de sus impactantes piezas, todas desarrollas, como despedida biográfica, en el año 2005 y de las que pude ir viendo, paso a paso su gestación en el taller, renaciendo poderosamente de la
memoria, para ratificarlo plenamente. Ahí están sus “Trípodes con péndulo”, sus “Puntales con piezas móviles”, sus “Paneles & taburetes inestables”, sus “Estructuras en desequilibrio” o su “Voravia indeterminada”. Fue la última vez que visité su taller.
¿Cómo no reencontrar, por mi parte, los ecos de aquellas series ya históricas, en estas propuestas actuales –“otras”– cuyo sentido y rediseño es totalmente inseparable de esa auto-transvisualidad a la que hemos apelado explicativamente?
Hace dos décadas, en el catálogo del IVAM, yo mismo escribía, que las diferentes propuestas de Ángeles Marco apuntaron siempre, de manera experimental, hacia la elaboración de series, entendidas como totalidades abiertas y nunca del todo conclusas, es decir siempre factibles de plurales complementaciones posteriores. Por eso vale la pena hablar de la huella y de la memoria del taller que en ellas aún se mantenía. Y añadía además que era habitual en sus estrategias creativas el desarrollo de una pluralidad de variantes aplicables sobre y a partir de la misma pieza, lo cual rompe con el consagrado esquema del culto a la unicidad de la historia de estas series. Por eso cabría hablar metodológicamente del “desarrollo múltiple” existente en la generación de las obras concretas de Ángeles Marco.
La verdad es que aquella emblemática “memoria del taller” volvía a tener, en esta ocasión, una significación muy especial y doblemente impactante para mí: la impronta de la producción más reciente que ella me presentaba y también la del recuerdo efectivo del ayer.
Es así como el eje “concepto / imagen /objeto / ficción” se abría directamente al lenguaje de las metáforas, al que tanto había recurrido siempre y muy eficazmente la producción escultórica de Ángeles Marco. Entre esa particular conciencia constructiva y la singular carga poética,ascéticamente formulada, se seguían moviendo –hasta el último momento– todas sus piezas, sutiles e impactantes, tan expresivas como rotundas, tan determinantes como sugerentes. Ese fue el poder de su inquietante e indiscutible seducción, que permanece, como despedida, instalado cruelmente en mi memoria.
SERIES SALTO AL VACÍO Y EL TRÁNSITO (1986-1989)
INSTALACIÓN SERIES EL TRÁNSITO Y SALTO AL VACÍO (1986-89)
…La performance trata del tema del deseo de renacer en el otoño del destino. Utilizando los símbolos de hojas secas propias de la estación otoñal y de flores crisantemos, una capa grande de color negro tipo “capa española” como envoltura móvil, que destapará el cúmulo de hojas y flores dejando al descubierto la naturaleza, un recorrido–traslación, en el que se pronuncia varias veces “mirai saisei” (“renacer destino”) para posteriormente desvanecerse, y así cumplirse plásticamente el devenir de la existencia.
Ángeles Marco
SERIE SUPLEMENTO (1990-1992)
INSTALACIÓN TESTIGOS AUXILIARES (1997)
SERIE METTA PÉNDULO (2006-2007)
…Lo que con esto se pretende poner de relieve es la necesidad, por lo que se refiere a la obra de arte, de rehacerla continuamente, de su imposible finalización sin la presencia de un sujeto actuante que, “en cada instante” la actualice: el escultor ejerce públicamente la función de espectador que con su visión, finaliza la obra.
Ángeles Marco