HISTORIAS DEL NATURAL. JUAN MILLAS

Susana Pardo

HISTORIAS DEL NATURAL. JUAN MILLAS

El reflejo de lo invisible, IAACC, IAACC Pablo Serrano, Exposición, Pintura, Escultura, Videoarte, Videoinstalación, Zaragoza, Silvia Castell, Rosa Gimeno, Asun Valet, Susana Pardo

«[…] Me gusta la idea de organizar un mundo creativo en el que convivan de manera armónica series autobiográficas, documentos, exploraciones líricas subjetivas, ensayos visuales…Imágenes que nacen de la vida vivida; pero también imágenes que son fruto de la experiencia íntima, de la observación, de la vida pensada e interiorizada […]. Es posible que los puntos de referencia te resulten tenues. El motivo de esta niebla no es otro que mi gusto por el relato romántico sobre la fotografía: donde el amor es la principal motivación del fotógrafo y cada imagen es un poema» .

Extracto del texto de “El bosque en los ojos”. Juan Millás1

Los duros meses que permanecimos en casa por la trágica pandemia de 2020 marcó un punto de inflexión en las sociedades urbanas. Además del miedo a un enemigo al que no se le ve venir y la impotencia ante la enfermedad y la muerte, nunca antes como en ese momento, los ciudadanos habíamos deseado tanto tener un balcón repleto de plantas o un perro para salir al parque. Fue en ese período crítico el cuando el artista Juan Millás comienza a crear, de un modo lúdico y desinteresado, las imágenes que conforman el proyecto “El bosque en los ojos”. Se trata de un conjunto de fotografías donde se superponen las imágenes tomadas a la familia, durante el confinamiento en el interior de la casa, en sus quehaceres cotidianos, trabajo, estudio, lecturas y juegos, con las fotografías realizadas en la naturaleza.

A pesar de su intenso trabajo en diferentes medios de prensa (para los que realiza retratos, reportajes de viaje y lifestyle), ha conseguido formar un amplio archivo personal, en constante crecimiento, con imágenes de la vida y la naturaleza que le rodea y le cautiva.

Inspirado por la lectura de libros como “Los pájaros, el arte y la vida” de Kyo Maclear, con el que comienza a valorar lo aparentemente insignificante, o “Los orígenes de la creatividad humana” de Edward O. Wilson, el artista queda atravesado por el concepto de biofilia, nombre que se le da a la innata conexión emocional y biológica que los humanos tenemos con otros seres vivos y con la naturaleza en general. Su imaginario más íntimo recupera la memoria de los largos veranos de la infancia en una aldea asturiana, donde jugaba con toda clase de bichos o perseguía saltamontes en los prados contiguos a la casa de los abuelos maternos. Al descubrirse fotografiando gorriones, las moscas con las que convivimos, la polilla que entra por la ventana, el cielo de la ciudad o los campos y bosques de sus momentos de ocio, se da cuenta que en todo ello hay un relato que merece ser contado. No hay momento más emocionante que ajustar la distancia focal de la lente y sorprenderse ante la explosión de vida. En lo pequeño y cercano hay un mundo infinito de posibilidades.

Si profundizamos en esta idea, en un universo holístico, lo íntimo se convierte en universal. Prestar atención a lo más cercano y familiar es un ejercicio de voluntad, porque nuestro cerebro selecciona y discrimina lo que percibe, siendo absolutamente ciego u obviando todo aquello habitual o supones una constante inamovible. De alguna manera, cuando se decide dirigir la mirada a la intimidad de lo cercano, se está eligiendo quitar de la ecuación el tiempo y el espacio. Porque para llegar a lo íntimo no tienes que recorrer ningún espacio, ni hay necesidad de recurrir a la memoria de pasado, ni tener expectativa de futuro, el tiempo desaparece. Eliminar las coordenadas de la materialidad física implica quedarse con la idea pura.

La vida que nos rodea está cargada de maravillas estéticas y profundidad conceptual, y el compromiso de Millás es registrarla de un modo poético, escuchando sus ecos, ya sean buscados o encontrados por azar o por el libre juego de sus facultades; porque todavía hoy, después de años de fotografiar profesionalmente, se siente fascinado por la posibilidad de hacer visible las sensaciones y emociones de sus experiencias en los entornos naturales o en contacto con los animales.

Ejemplos de ello son el foto-libro “Península” junto al también fotógrafo Eduardo Nave, donde surge su interés genuino por el paisaje y sus orígenes; el proyecto “¿Por qué agoniza el gorrión?”; “Parece posible encontrar todavía algo por descubrir en el jardín”2; y más concretamente el foto-ensayo y proyecto expositivo “A grove of trees from a point of view”, cuyo objetivo inicial de fotografiar los menhires diseminados por pequeños bosques de la Bretaña francesa se transforma en una exploración conceptual más profunda a medida que avanza el desarrollo del mismo. Estos proyectos revelan el interés por indagar en los espacios abiertos y naturales, sin embargo, este último, despierta en Millás una pasión oculta, o más bien aletargada, la de deambular por el bosque. Sumergirse en los bosques caminando en busca de los restos de construcciones neolíticas, que no siempre logra encontrar, le proporciona tanta satisfacción que adelanta el paisaje, que iba a ser el telón de fondo de los megalitos, al primer plano y convierte el recorrido en el protagonista.

Este simple gesto, que a primera vista parece insignificante, nos da la primera clave para decodificar el fundamento y el carácter que insufla de vida el trabajo de Millás, más allá de su interés y amor por la naturaleza; se trata de la experiencia de la acción que revaloriza el proceso, la vivencia y el devenir como la misma esencia del ser. Es en ese hacer donde el individuo se configura como portador de una memoria en constante construcción y cuya representación cultural le permite desarrollar su imaginación y creatividad.

En segundo término, “A grove of trees from a point of view”, traducido literalmente como “Una arboleda desde un punto de vista” nos retrotrae formal y conceptualmente a la sensibilidad romántica que Millás reivindica y se rebela frente a los estragos del exceso del racionalismo ilustrado. Este sentimiento trágico contra los efectos de la civilización desencadena una nostalgia por el pasado ancestral donde la vida era más simple y se valoraba lo intuitivo, lo espontáneo y natural. Ante esta necesidad de vuelta al origen, el artista romántico se vuelca en la expresión exacerbada de su propio drama, y de la tragedia que observa, a través del paisaje y desde una postura empática y emocional.

Juan Millás hereda ese sentir romántico para elaborar su particular visión del bosque. Partiendo de la serie fotográfica concebida como ensayo visual, las imágenes de “A grove of trees from a point of view” se expanden adquiriendo el carácter y la forma de instalación inmersiva. En este proyecto expositivo, realizado para el Museo del Romanticismo de Madrid, las fotografías de los diferentes bosques se funden en una composición de opulencia sensorial: la frondosidad de la vegetación, las atmósferas brumosas, los contrastes entre luces y sombras, la sensualidad y transparencia de las telas que hacen de pantalla, todo ello configura una escenografía de desasosiego, expectante de la acción dramática. Un triunfo relativo del paisaje, ya que el artista lo relaciona con la cámara oscura (antecedente de la cámara fotográfica) para incluir la pieza de tecnología rudimentaria, elemento discordante y sublime, que rompe la aparente armonía de lo bello natural, de la equilibrada asociación entre los menhires y bosques, introduciendo un ente inmaterial, siempre observando e imposible de representar, que viene a abrir la grieta de la imaginación, que sea capaz de romper los límites de la percepción y adentrarse en visiones simbólicas y fantásticas, propias del inconsciente y los sueños.

El Bosque en los ojos” es el último proyecto en el que Juan Millás se halla inmerso3 donde recrea un estado de observación ampliado entre lo natural y virtual, entre lo vivido y lo imaginado. Las fotografías pretenden rescatar una realidad que le es propia al artista, pero queda olvidada o, más bien, relegada al fondo de las posibilidades del orden autoritario de la vida urbana donde el tiempo está estrictamente regulado, los espacios limitados por hormigón y asfalto y el individuo es arrastrado por el ritmo sometido a la tiranía de la eficiencia. El parón en seco, la imposibilidad de salir y fotografiar el exterior y la necesidad de contacto con el bosque, apremia a Millás a llevarse la naturaleza a casa; tal como hace el prestidigitador, con una naturalidad artificiosa, consigue hacer visible en las imágenes su juego ilusionista de relaciones e interdependencias entre la vida familiar, recluida en el interior del refugio, con la otra vida libre y silvestre. A través del montaje superpone memorias, imaginando ofrecer otras formas menos violentas de existencia. El resultado, una suerte de fantasmagorías domésticas, escenas oníricas románticas o paisajes inconscientes surrealistas, altera los relatos iniciales acabando con la supuesta literalidad y la mímesis de la fotografía; “El bosque en los ojos”, fabrica un imaginario para la acción, persevera en la disonancia y desafía la pasividad de la imagen documental al ser una evidencia de la carencia.

La imágenes de “El bosque en los ojos” tienen la virtud de contener en un instante, en un golpe de vista, la memoria de un pasado interactuando con el presente para proyectarla hacia un futuro imaginado cuyas posibilidades de realización constituyen una utopía deseada. Pero el mundo idílico de la utopía no comprende la dualidad, le da miedo y la rechaza; lo utópico busca acuerdos que ordenen y proporcionen estabilidad, de tal modo que el viaje se detenga. Sin embargo, los seres humanos somos movimiento y devenir tanto como cuerpo y memoria; necesitamos la dualidad para conocer el mundo y reconocernos a nosotros mismos. A través del otro distinto y nuestro entorno desemejante percibimos, sentimos, comparamos, entendemos, exploramos, cuestionamos, en definitiva aprendemos y desarrollamos nuestra subjetividad. Quien entiende la razón y la poética de la dualidad, destierra los recelos y acepta su validez hasta convertir los contrarios en complementarios, en la paradoja consciente y necesaria.

La propuesta no es conseguir la utopía que oculte o esconda lo que no encaja en el ideal o cancele lo indecible, sino comprender la dualidad; el filósofo Foucault introduce el concepto de heterotopía4, como aquello que rompe las inercias de lo

convenido y lo conveniente. Por ello, el montaje es el recurso de la paradoja: al mismo tiempo que unifica, resquebraja la continuidad lineal y la lógica de las dimensiones; las imágenes hibridadas captan la atención del espectador porque basan su relato en la construcción ficticia y anacrónica de la historia. A través de estas confluencias discordantes el artista, además de proporcionar un escenario de extrañamiento y sorpresa que atrae al observador, conforma imágenes dialécticas o imágenes-grieta para la introducción de la heterotopía que genera dudas, cuestionamientos pero, sobre todo, posibilidades de conocimiento. Podríamos, incluso, denominarlas imágenes-síntoma porque sus mutaciones son la expresión de un malestar, suponen una disconformidad con el devenir del sistema que ha dejado de ser natural y ya no atiende a las relaciones orgánicas y emocionales.

El bosque en los ojos” es la heterotopía capaz de abrir la mirada a esa otra forma de conectar, ofreciendo recorridos alternativos e invitando a descubrir caminos propios de la imaginación. La superposición de imágenes constituye un pliegue espacio-temporal para volver a relacionar lo que una vez estuvo unido y por extraños asuntos civilizatorios se ha desconectado. La vida de la ciudad, con su ritmo frenético, contaminación y exceso de hormigón está dislocando el devenir biológico, haciéndonos pensar que eso es lo normal. Sin embargo, deseamos que llegue el fin de semana para escapar al pueblo, la montaña o la playa y desconectar: ¡Qué forma tergiversada de entender cómo funciona nuestra fisiología! A la naturaleza se acude a conectar de nuevo con la tierra, con el agua y el aire limpio, con las plantas y los animales. Literalmente es necesario la toma de tierra, pisar descalzo sobre la hierba, el barro y la arena, para restablecer y equilibrar nuestros biorritmos al acompasarlos con los campos electromagnéticos de la tierra.

Y aquí es donde encontramos el fondo de la cuestión y la razón por la que nos sentimos tan atraídos por los paisajes reales o representados en el arte y las imágenes; necesitamos estar en contacto con otras formas de vida, ya sean humanas o del reino animal o vegetal. Del mismo modo que nos sentimos a gusto al hablar y compartir con otras personas, nos llena de calma y protección pasear por el campo, la playa o el bosque, nos produce mucha alegría la relación con nuestras mascotas o respirar el aire que desprende la vegetación.

Estudios realizados a nivel neurológico demuestran cómo el contacto con espacios naturales puede relacionarse con sensaciones subjetivas de bienestar, placer y felicidad. Se observan mejoras en personas que sufren trastornos psicológicos, estrés o ansiedad. En países como Australia o Nueva Zelanda se empiezan a utilizar lo que se ha llamado terapia o “receta verde”, que no es otra cosa que complementar los tratamientos clásicos con paseos en la naturaleza, cuyo efecto amplía el producido por el propio ejercicio ya que incide en las funciones fisiológicas del organismo mejorando el sistema inmunitario, el aparato locomotor, el sistema cardio-respiratorio o el sistema hormonal tanto como repercute en las funciones cognitivas. A nivel neurológico produce un impacto muy positivo en la memoria a corto plazo, ayuda a la concentración, la capacidad multitarea y la resolución de problemas por la facultad de potenciar la creatividad.

La inmersión en los espacios naturales puede contrarrestar los efectos nocivos provenientes del exceso de pantallas y tecnologías virtuales, porque restaura los circuitos agotados por el bombardeo de información a un ritmo imposible de procesar, devolviendo la salud emocional, ya que reduce los niveles de melancolía, regula el sueño, repercute en el buen humor y las sensaciones generales de bienestar.

Aunque el concepto es tan antiguo como la propia vida de la especie humana, el término biofilia es relativamente nuevo, ya que es acuñado por primera en 1964 por el psicoanalista y filósofo Erich Fromm (1900-1980) en su libro “El corazón del hombre”, quien define biofilia como el amor a la vida como algo intrínseco a la personalidad del ser humano, es decir, un sentimiento no racional. Sin embargo, es el biólogo Edward O. Wilson (1929-2021) quien amplia y explica el término en su libro del mismo título, “Biophilia”5, desde una posición ética y filosófica, tanto como desde la biología, la sociología o la etnografía. De un modo muy sencillo, Wilson define biofilia como «el impulso de asociación que sentimos hacia otras formas de vida».

Lo más interesante que nos aporta la noción de biofilia es cómo el tener vinculación con cualquier forma de vida, tiene una importante resonancia en nuestro propio proceso vital y emocional, nos hace partícipes del complejo entramado de vida que nos cobija al mismo tiempo que defiende nuestra integridad personal y subjetiva y nos confiere una identidad y un propósito (Kellert y Wilson, 1999).

Cuando dejamos que el bosque mire por nosotros, de alguna manera recuperamos nuestra verdadera naturaleza uniéndonos a otras formas de vida de un modo espiritual, apaciguando la racionalidad, que impera en nuestro sistema demasiado urbano, y así tratar de conseguir la convivencia de ambas formas de ser y estar en el mundo.

El bosque en los ojos”, es el primer cuaderno fotográfico (Ed. Vivarium, 2024) de un conjunto de piezas que conforman la colección “Ahora, recuerda”, que irán publicándose por entregas. En ellos, encontramos imágenes que articulan sin competencia la intersección entre arte y vida, entre lo singular y lo universal, el yo íntimo y el otro. De un modo intuitivo y emocional, Millás aborda este proyecto con la intención de unir sin condicionantes a priori. Naturaleza y seres vivos se cruzan con su mirada poética procurando un viaje estético de conocimiento, pero sobre todo, la posibilidad de ver más allá de los límites de los percibido, aquello que pertenece al régimen de lo espiritual, la creación y la libertad.

«[…] Me gusta pensar las imágenes del álbum como un diminuto vivarium, con su follaje más o menos descompuesto, su musgo, sus cortezas de árbol, su turba y cómo no: su forma viva, su fantasma invisible, camuflado en el interior del pequeño receptáculo. […] Este cuaderno es, en definitiva, una melancolía propia, el anhelo de retener un tesoro, el culto al recuerdo»

Extracto del texto de “El bosque en los ojos”. Juan Millás1

NOTAS_________________________________________________

1.- Millás, Juan: El Bosque en los ojos, Ed. La Fábrica, Madrid, 2024.

2.- Estos proyectos pueden verse en: Juan Millás

3.- “El bosque en los ojos” ha participado en la exposición colectiva “Maravilla” junto a las artistas Marta Sánchez Marco,Toya Legido y Ana Scar Puisac, comisariada por Elena del Diego para el Centro de Arte y Naturaleza de Huesca (CDAN, 2023) y el Museo de Teruel (2023-2024). Participa en PHotoESPAÑA 2024, Sala Municipal de Exposiciones San Benito, Valladolid. Publicación del mismo título Editorial Ed. Vivarium, 2024.

4.- TARTÁS, Cristina y GURIDI, Rafael: “Cartografías de la memoria. Aby Warburg y el Atlas Mnemosyne”, artículo en EGA Revista de Expression Grafica Arquitectonica, 18(21) (2013), pp. 226- 235.

5.- O. WILSON, Edward: Biofilia, Madrid, Errata naturae editores, 2021.

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LA CARBONERÍA: GALERÍA, PAPEL, IDENTIDAD

 

 

Joseba Acha

 


LA CARBONERÍA: GALERÍA, PAPEL, IDENTIDAD


Levedad, obras de Asun Valet

 

La Carbonería, Galería de Arte

 

María Tosat y Joseba Acha son los responsables de este proyecto. En esta ocasión hemos hablado con Joseba, que nos cuenta el  papel que desempeña un espacio expositivo en una ciudad como Huesca, de aproximadamente 50.000 habitantes y de su apuesta artística, centrada en la obra de arte sobre papel.
Un espacio grande, no tanto por sus dimensiones sino por lo que supone abrir una galería de arte en un momento en que muchos de estos espacios han desaparecido y los que continúan con su actividad tienden a reinventarse, adaptándose a los tiempos que corren.

 

Joseba Acha, galerista, director de la galería La Carbonería de Huesca, España

Joseba Acha

 

La Carbonería, espacio de arte nace en 2004 de la mano de María Jesús Buil, que dirigió el proyecto durante doce años y obtuvo en 2012 el reconocimiento de la Asociación Aragonesa de Críticos de Arte como mejor espacio expositivo de Aragón. Durante este periodo la galería se centró en arte aragonés y español de los siglos XX y XXI.

En 2017 María Tosat y Joseba Acha tomamos las riendas de la galería. Tras un par de meses de trabajo previo, reabrimos las puertas en febrero. El reto de relanzar un proyecto como éste en el que el legado anterior tanto artístico como social tiene tanto peso supone un reto más allá del propio funcionamiento corriente ya que implica responsabilidades hacia los artistas, la ciudad y la genealogía misma de la galería.

 

Obra en papel de Asun Valet, pintora, pintora abstracta española, Zaragoza, Exposición en la galería La Carbonería en 2018

Obras sobre papel, Asun Valet-2018

 

La galería a lo largo de su primera etapa estableció una singular relación con la ciudad. Siendo la única galería de arte de Huesca pronto adquirió un papel central en la comunidad artística estableciendo colaboraciones y conexiones con el ámbito institucional y con otros sectores y colectivos, haciéndoles el arte contemporáneo más cercano.

Una galería tiene como objetivo primordial la venta de obras de arte, es la base de su sostenibilidad. Ahora bien, su actividad puede trascender esa función comercial para convertirse también en un lugar de reflexión y un punto de encuentro entre la comunidad artística y la ciudad. Ese fue objetivo para María Jesús y ese es para nosotros, establecer La Carbonería como espacio de pensamiento y debate sobre el arte actual y la utilización del papel.

 

Obra en papel de Asun Valet, pintora, pintora abstracta española, Zaragoza, Exposición en la galería La Carbonería en 2018

Obras sobre papel, Asun Valet 2018

 

La galería siempre ha tenido un interés por integrarse en el tejido artístico local y que la relación con los artistas sea muy estrecha de manera natural. La galería juega ese papel centralizado en el tejido artístico por ser la única en la ciudad y tiene la capacidad de dar a conocer el trabajo de los y las artistas locales no solo en Huesca sino también a nivel regional y nacional.

Nos gusta trabajar con creadores del entorno más inmediato, pero también estamos abiertos a que en Huesca pueda verse el trabajo de otros artistas aragoneses o nacionales, cuyo trabajo nos parece interesante apoyar y dar a conocer. Sobre todo teniendo en cuenta el denominador común que tienen todos ellos, la utilización del papel en sus obras de muy diversas formas.

Obra en papel de Asun Valet, pintora, pintora abstracta española, Zaragoza, Exposición en la galería La Carbonería en 2018

Obra sobre papel, Asun Valet 2018

La situación económica actual no es un secreto para nadie y condiciona todos los aspectos de la esfera cultural, desde la capacidad de producción de los artistas hasta las programaciones institucionales pasando, por supuesto, por el mercado. Pero hay otros factores menos visibles que están modificando actualmente la relación de la sociedad con las galerías de arte.

La crisis de la vivienda sumada a la precariedad laboral dificulta a los jóvenes el acceso a casas propias. Las mudanzas habituales y las viviendas compartidas (entre sí, con padres y familiares,…) impiden ver la casa como hogar propio, lo que ha provocado que los muebles se hayan convertido en objetos perecederos, en el caso de las obras de arte se vuelve casi un problema de conservación y almacenamiento. Es también comprensible que en una situación de habitual inestabilidad los hábitos de consumo tiendan al corto plazo primando lo nuevo sobre lo duradero.

La relación con el arte también ha cambiado mucho en los últimos años, los hábitos culturales se han transformado especialmente desde el desarrollo de la industria del ocio tal como existe hoy sobre todo a partir de los 70 en la que los relatos abarcan diferentes canales (cine, TV, cómic, y más tarde Internet) y productos (posters, juguetes y demás merchandising). Hoy día

 

Obra en papel de Asun Valet, pintora, pintora abstracta española, Zaragoza, Exposición en la galería La Carbonería en 2018

Obras sobre papel, Asun Valet 2018

 

podemos ver cómo la expansión de esta cultura de mercado alcanza medios o códigos antes reservados a expresiones artísticas que poco antes algunos podrían haber rechazado por elitistas (grandes exposiciones dedicadas a series o conciertos sinfónicos de bandas sonoras de películas), lo que relega expresiones artísticas con cargas simbólicas ajenas a esos códigos, a áreas periféricas y que ahonda en una brecha cultural generacional que en España suma además el factor de la Transición.

Esto no quiere decir que el coleccionismo desaparezca, pero sí que en muchos casos generaciones más jóvenes han cambiado el foco a otros elementos. La preponderancia de la cultura de consumo como referente cultural entre quienes crecieron a partir de los 80 provoca que la relación emocional y estética con el objeto se desplace del arte a otros terrenos, desde los cómics al atrezzo de películas o los art toys.

 

Obra en papel de Asun Valet, pintora, pintora abstracta española, Zaragoza, Exposición en la galería La Carbonería en 2018

Obras en papel, Asun Valet 2018

 

Por eso el relevo generacional de compradores de arte requiere replantear mucho más que la percepción del precio que a veces se lleva todas las atenciones y no parece tener tanto peso como estos otros factores.

Aunque tanto María como Joseba tenemos experiencia en diferentes aspectos de las artes visuales, no provenimos del ámbito del mercado (nuestra experiencia en galerías en ambos casos ha sido bastante anecdótica) y hemos trabajado además en otro tipo de proyectos en el que las lógicas de producción y relación con el entorno funcionan diferente (cultura comunitaria, programas públicos,…).

Esa experiencia en otros ámbitos de la cultura hace que lleguemos al galerismo con la convicción de que especialmente en el contexto actual, donde el ruido mediático requiere muchas veces de proyectos mayores que otorguen visibilidad y en el que al mismo tiempo las condiciones económicas convierten el crecimiento estructural de la organizaciones en una trampa, la vía de la coproducción es una herramienta fundamental para poder llegar más lejos sin desestabilizarse. La construcción conjunta de proyectos, ciclos, circuitos, en los que se puedan unir recursos e ideas de galerías, residencias artísticas o centros de producción, multiplica exponencialmente el recorrido posible de esas iniciativas.

 

Obra en papel de Asun Valet, pintora, pintora abstracta española, Zaragoza, Exposición en la galería La Carbonería en 2018

Obras en papel, Asun Valet, 2018

 

En cualquier caso el galerismo es una actividad que requiere plantearse siempre a largo plazo y nosotros estamos en el inicio. Son incontables las galerías que han nacido recientemente en Europa con el objetivo de establecerse en la cima muy pronto y figurar en revistas, eventos y ferias de primer nivel y no han aguantado los primeros años. Al reabrir la galería nos planteamos la actividad paulatinamente, afianzando las dinámicas diarias y ampliando progresivamente nuestro radio de acción a otro tipo de actividades y formas de trabajo más complejas.

La galería durante la etapa anterior fue paulatinamente dando un espacio mayor a la obra gráfica llegando incluso a realizar ediciones propias. A partir de este factor decidimos tomar el papel, que es un material que siempre nos ha interesado mucho, como elemento principal de nuestra línea de trabajo como soporte y también como materia misma de trabajo.

Al mirar a nuestro alrededor pronto se puede ver cómo el papel está adquiriendo un peso mayor en los últimos tiempos. Los procesos de grabado y estampación han vuelto al foco de artistas jóvenes que buscan experimentar con procesos de producción más artesanales; el collage sigue resultando valioso para crear visuales ‘efectos de extrañamiento’ brechtianos; la versatilidad del papel permite al artista un rango de procedimientos y códigos como pocos al tiempo que resulta un material cercano al espectador… En ARCO 2017, por ejemplo, podían verse en las galerías argentinas (país invitado) numerosas propuestas en papel, ya fueran dibujo, collage o escultura.

 

Galeria La Carbonería, Obra en papel de Asun Valet, pintora, pintora abstracta española,

 

Por supuesto existe también un factor económico en este uso del papel, facilita la producción y la experimentación, permite crear obras más asequibles y responde muy bien a los formatos pequeños, cada vez más habituales. Con este criterio sustancial trabajamos con artistas de disciplinas, y estilos heterogéneos pero que comparten un elemento nuclear común, definiendo una nueva identidad para la galería.

Respecto a la edad, es natural que se tienda a optar por artistas de edad similar, puesto que son habitualmente más cercanos en los círculos sociales y es fácil que haya más referentes artísticos compartidos. Sin embargo nos interesa romper esas categorías en que se ordenan muchas veces las galerías respecto a la edad o carrera de sus artistas, (jóvenes, media carrera,…) porque en un proyecto con una historia como la de La Carbonería nos parece esencial mantener una continuidad no ya estratégica, sino identitaria, que permita percibir la presencia de Maria Jesús también en el trabajo presente; y también porque siendo la única galería de Huesca hay un componente de responsabilidad con el tejido artístico de reflejar diferentes perspectivas que conviven en nuestro entorno.

 

Galería La Carbonería, Arte contemporaneo, Huesca, España

 

Por otra parte, prestamos especial atención a las mujeres, que a pesar de ser mayoría en escuelas de arte y facultades de bellas artes, son expulsadas del sistema artístico al quedar progresivamente relegadas en becas, residencias, mercado y exposiciones institucionales, generalmente porque son hombres quienes copan jurados y esferas de decisión en el sector. Por eso nos parece necesario dar tiempo y espacio a las propuestas de mujeres e ir aumentando su presencia en nuestra programación y representación. Una galería hoy día no puede limitarse a ser un espacio estático de exhibición y venta de arte sino que debe luchar por romper la barrera de entrada que perciben muchas personas no habituadas y construir una comunidad a su alrededor que le otorgue sentido más allá de lo puramente comercial, facilitar el encuentro y generar debate. Nos planteamos organizar encuentros con artistas y otras personas implicadas en el tejido cultural (comisarias, críticos,…), actividades formativas y otras acciones que puedan salirse más de nuestro ámbito como presentaciones de libros o conciertos.

 

Obra en papel de Asun Valet, pintora, pintora abstracta española, Zaragoza, Exposición en la galería La Carbonería en 2018

Obra en papel, Asun Valet 2018

 

Identificamos el sector cultural como un ecosistema y hacemos una lectura del mismo en términos de ecología, valorando la sostenibilidad y la diversidad, las relaciones entre lo autóctono y lo foráneo, el peligro de las especies invasivas. Una lectura así de nuestro contexto nos lleva inevitablemente a establecer objetivos a largo plazo y estrategias de colaboración.

Por eso desde el comienzo hemos establecido colaboraciones con entidades de nuestro entorno, sumando nuestra programación a la de otros agentes culturales como Festival Periferias o BFoto.  Además de esta imbricación con el tejido local, también planteamos una proyección al exterior a través de participación en ferias y compartición de programaciones con otras galerías. En noviembre participamos en MARTE Feria Internacional de Arte de Castellón, presentando el trabajo Against Syntax de Altea Grau (Castellón, 1985), que se presentará en la galería en los meses de abril y mayo. Se trata de una feria con un funcionamiento diferente al habitual, en la que son comisarios quienes seleccionan las galerías participantes en torno a un discurso, en nuestro caso, Realidades de Miguel Mallol, a quien habían hablado de la reapertura y confió en nuestro proyecto tras un par de conversaciones cuando aún no había terminado nuestra primera exposición en la sala. Ese apoyo añadido nos permitió participar en una feria con cierta tranquilidad y confianza de poder preparar con Altea una propuesta un poco más arriesgada, lo que resultó en un premio adquisición Naranjas con Arte. Esperamos continuar con la participación en ferias a partir de este verano, durante una primera fase en España y quizás coyunturalmente en el sur de Francia, para más adelante plantearnos ampliar el círculo.

 

Galería La Carbonería, Arte contemporaneo, Huesca, España

 

Al reiniciar la actividad de La Carbonería lo hacíamos con un conocimiento superficial de cuáles son los mecanismos específicos de una empresa de este tipo. Sin embargo, lo hacíamos también con un bagaje de otros ámbitos que nos da pie a experimentar formas de trabajo ajenas con las que inventarnos el funcionamiento de la galería desde nuestro entorno más cercano hacia fuera en lugar de implantar un modelo preexistente.  En cualquier caso, el estudio de otras galerías y, sobre todo, de modelos de funcionamiento (libros blancos y recomendaciones de asociaciones profesionales) han sido esenciales para establecer un marco de acción en el que trabajar.

Por supuesto, añadido todo esto existen galerías que nos sirven de modelo y que además están siempre dispuestas a ayudarnos a encontrar una vía o aconsejarnos en algún asunto. Se trata de galerías con las que nos une una relación personal y que siempre sentimos cercanas Antonia Puyó (Zaragoza), José de la Fuente (Santander), Set (Valencia) y también Espai Visor (Valencia), con quien compartimos (a una escala y con circunstancias diferentes) el vivir un proceso de transición o La Brocha (Bilbao; más tarde Epelde&Mardaras y hoy desaparecida) que nos parece un ejemplo de construcción de comunidad

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Obra en papel de Asun Valet, pintora, pintora abstracta española, Zaragoza, Exposición en la galería La Carbonería en 2018

Asun Valet

 

 Queremos agradecer a  Joseba Acha  su amabilidad y colaboración. Por último recordar brevemente unas citas del texto del catálogo: cuando el hierro ama la seda, que recientemente escribió Victoria Pérez Royo sobre la obra de Asun Valet,  artista de la galería, que expone actualmente, (del 2 de Febrero hasta el 28 de Marzo)  

Estas obras son a la par un mapa por recorrer, un cuerpo que ha dejado su huella, una escena dispuesta a la mirada, un movimiento que pide compañía, o un tiempo que se dilata y acelera, entre otras muchas cosas. Describirlas en relación a uno solo de estos aspectos sería parcial e incompleto. Por eso este texto invita a observarlas a través de una constelación de varias de sus muchas facetas, de modo que cada visitante, de acuerdo con su sensibilidad, interés y curiosidad, pueda decidirse por recorrer las pinturas en un sentido o en otro.

Escena.
Este cuadro es una escena. No es un teatro o un patio de comedias, no hay un exceso de artificio, no hay representación, no se apela con recursos y disfraces a la persona que observa. Pero sí es una escena, una arena donde se desarrolla el drama, el conflicto que se expone a la mirada. Este consiste en el encuentro y la interacción entre materiales, direcciones, colores y texturas: el hierro con el papel, lo rugoso con lo sedoso, el rojo con el gris, la línea con la superficie, el chorro de pintura con la aguada, lo pesado con lo leve.                                                                                                                               

Victoria Pérez Royo

 

Obras en papel de Asun Valet, pintora, pintora abstracta española, Zaragoza, Exposición en la galería La Carbonería en 2018

 

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