LA LIBERTAD DE JOSÉ LUIS CANO
José Luis Cano
LA LIBERTAD DE JOSÉ LUIS CANO
Ilustrador, dibujante, caricaturista, diseñador gráfico, pintor… ¿Con cuál de todas estas facetas disfrutas más? Cuéntanos cómo fueron tus comienzos.
Procuro disfrutar de todo lo que hago, por devoción u obligación, cuando toca hacerlo. Si no lo consigo, paro. Un ratico, un día, una semana, unos años… Lo que pueda.
Por otra parte, no sé si llego a disfrutar realmente con cualquiera de mis actividades, pues mi vagancia me empuja a trabajar como un ansioso para terminar lo antes posible… y poder volcarme rápidamente en otro asunto.
¿Mis comienzos? Estudié BB.AA. (por libre, mientras trabajaba con mi padre en disciplinas más o menos artísticas: interiorismo, rotulación, etc.), hice la mili, me llamaron de la Escuela de Artes para dar clases de dibujo, acepté por emanciparme de mi padre y ahí ya vi que mi vida no iba a ser como yo había imaginado. Me presenté a varios concursos, gané algún premio, expuse con cierta regularidad, dibujé contra Franco en publicaciones más o menos clandestinas, me llamaron para formar parte del grupo Azuda 40, me llamó una amiga para que ilustrara un libro de texto que había escrito…Ahora es difícil de creer, pero en aquellos tiempos te llamaban hasta para ofrecerte trabajo de profesor en centros públicos o privados.
En la última entrada de tu blog De profesión incierta, titulada despedida y cierre dices que …la actualidad se ha vuelto tan horrible que soy incapaz de seguirla con humor. Me pongo malo…. ¿Te has cansado de escribir en el blog o realmente la actualidad es tan terrible que uno pierde la confianza en todo? ¿Es como una especie de rendición?
No sé si es una capitulación o una recapitulación.
En 1968 yo tenía veinte años y, al parecer, íbamos a cambiar el mundo. 50 años después, el mundo es una mierda. O eso me parece a mí.
Por otro lado, la Red está llena de tuiteros y demás peña haciendo humor en general y humor político en particular. Es muy difícil que tus ocurrencias no coincidan con las que han tenido ya, antes que tú, cuarenta o cincuenta personas. Y como diríamos aquí: ¿Pa’ qué tanto? Tengo la desagradable sensación de que nos hemos pasado con el jijiji-jajaja, que nos hemos apalancado en hacer risas y no se nos ocurre nada más para conseguir que algo cambie a mejor. A peor, cambian muchas cosas cada día. Los humoristas, además, en momentos así, somos capaces de convertirnos en predicadores. Y eso sí que no. Por otro lado, los blogs andan de capa caída y tenía dos opciones: pasarme a una red social para ganar audiencia, como me recomendaban las amistades, o callarme de una puñetera vez, como me pedía el cuerpo. La tentación del silencio tras más de treinta años opinando diariamente puede ser muy fuerte. Como dijo Lao Tsé: Lo normal es hablar poco. Y como dijo Pepe Hierro: Después de todo, todo ha sido nada.
Publicaste, durante mucho tiempo, una tira en el Heraldo de Aragón y también en otros periódicos. Cuéntanos cómo se organiza uno el trabajo cuando tiene que sacar una tira cada día y estar al tanto de lo que va sucediendo diariamente.
En todos esos años, cambió mucho el sistema de trabajo, pero siempre intenté olvidarme de la tira durante la mañana para poder dedicarme a otras cosas. Al mediodía veía las noticias en la tele, me echaba la siesta y, con un poco de suerte, al salir del duermevela tenía casi todo el trabajo hecho. Sólo me faltaba pasarlo a tinta.
Después llegó internet y fue más difícil desconectar durante toda la mañana. Lo de la siesta siguió y sigue exactamente igual. Es genético.
Naturalmente, al principio dedicaba casi toda la tarde a las viñetas pero, con el tiempo, cogí bastante rapidez. Siempre he dicho que, para el cerebro, hacer una viñeta diaria es como juntar la gimnasia con la magnesia. Al final, las mejores viñetas son las que no te cuestan ningún trabajo, las que salen solas.
Como tantas otras cosas, si a eso vamos.
Este trabajo, ¿te obliga, de alguna forma a posicionarte sobre los acontecimientos? ¿Es posible quedarse al margen en tu trabajo?
Sí, claro que te posicionas. Y lo pagas.
¿Qué hechos o acontecimientos te han dado más juego, profesionalmente hablando?
No sé si se le puede llamar juego, pero la guerra de Irak cambió el estilo de mis viñetas de forma radical.
¿Hay alguna persona que haya estimulado especialmente la faceta crítica en tu trabajo?
Aznar, el guerrero antiveraz, claro.
En algunos de tus proyectos recurres a cuentos infantiles. ¿Qué te encuentras más: lobos o caperucitas?
Digamos que, de alguna forma, en mis viñetas yo era Caperucita y el retratado, el lobo.
¿Cuál ha sido tu trabajo más serio? ¿Y el más gamberro?
Son cosas que casi siempre han ido unidas. Me pasa, salvando las distancias, como a Wislava Szymborska. Dice que, en cuanto notaba que se empezaba a poner demasiado seria, estupenda o campanuda, oía una voz que le llamaba al orden y la inducía a no tomárselo todo tan a la tremenda.
Quizás mis pinturas de finales de los 70 eran muy serias y muy poco gamberras. Quizás porque el gamberrismo lo dejaba para los trabajos con el (CPZ) que en el fondo, también eran bastante serios. Pero mis intervenciones en los montes de Cuarte, de finales de los 80, eran tan serias como gamberras. Como el Eclesiastés Aragonés, que perpetré recientemente. Otro posicionamiento que sigo pagando caro, por cierto.
Otro caso: A principios de los 80, varios artistas jóvenes recibimos el encargo de decorar pequeños espacios en el Pilar. Un encargo serio. Yo intenté pintar el cupulín que me tocó en suerte y desarrollar el tema, María, causa de nuestra alegría, recurriendo a la iconografía del Zaratrusta nieztscheano, un libro bastante serio, según como se mire. Juntar el encargo serio con el libro serio, sin embargo, era bastante gamberro. Mi proyecto fue aprobado por unanimidad pero nunca llegó a realizarse. Ni el mío, ni el de ninguno de mis compañeros.
En mi doctorado redacté una tesis muy rigurosa sobre las posibilidades que tiene un pintor de encontrar trabajo tras la muerte del arte. No llegué a presentarla.
También fue serio y gamberro el acto de recibir un premio tan emotivo como el de Hijo predilecto de la Ciudad, con nariz de payaso y cantando el Agradecido, de Rosendo.
Lo último, de momento, un texto en honor a Emilio Gastón, que me encargó su viuda para que se rieran un poco los asistentes del funeral poético.
Alguna vez has dicho que lo que haces es, en buena parte, autobiográfico. Cuéntanos esto.
Yo era muy de comerme el coco con teorías y planteamientos estéticos antes de ponerme a trabajar. Con los años descubrí que todas mis elucubraciones nacían de mis esquizoides estados anímicos mucho más que de las tremebundas teorías estéticas que me zampaba como un tragaldabas. Vamos, que tengo la sensación de que en el resultado de mi trabajo, primaba más lo sentimental que lo conceptual. No sé si esto se debe a que soy un artista o a que no lo soy. No tengo ni idea.
También has comentado que al final, todas las facetas artísticas en las que has trabajado se entremezclan entre sí. ¿Qué aspecto de tus creaciones consideras que es común a todas ellas?
En todas las facetas de mi trabajo ha predominado casi siempre el tratamiento irónico.
Creo que, al principio, las diferencias entre unas cosas y otras eran más de tipo formal. En pintura tendía a ser gestual y oscuro, influenciado por los expresionismos e informalismos locales o internacionales; ilustrando era muy pop, influido por los excelentes ilustradores españoles de finales de los sesenta y principios de los setenta; en el humor gráfico, mis influencias iban de Chumy-Chúmez a Copi, pasando por Gila, Peridis y Eguillor.
En cada faceta de mi trabajo, intentaba ser fiel a los códigos más o menos establecidos del momento.
Hasta que renuncié a tener un estilo definido y me lancé en brazos del pastiche, lo que derribó las fronteras existentes entre mis distintas actividades y todo comenzó a confluir. A este respecto, algo he leído sobre el trabajo del artista como terapia para superar el esquizoidismo que lo provoca. Será eso.
¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
Estoy ilustrando las conversaciones que mantuve con mi nieta desde que comenzó a hablar hasta los once años. Ahora que se ha hecho mayor, es una forma de hacer de abuelo en diferido, en forma de simulación en diferido… En… fin.