El reflejo de lo invisible

Susana Pardo

El reflejo de lo invisible

El arte visual utiliza su paradoja afirmando que ver es dejar de creer en lo que parece que vemos.

 

La sala 0 del Instituto Aragonés de Arte y Cultura contemporáneos Pablo Serrano acoge la exposición colectiva “El reflejo de lo invisible”, donde se propone el diálogo entre dos mundos que aparentemente se dan la espalda y plantea el dilema que supone enfrentarse desde la percepción sensible, es decir, desde lo que el ojo observa, a lo que le es ajeno, le está vetado, es un misterio o un imposible.

Nunca dejamos de ver; incluso cuando parpadeamos nuestro cerebro sigue procesando impulsos visuales. Mirar es conectar activamente con todo lo que nos rodea ya que implica pensar, conocer e interpretar la información percibida, pero también imaginar, sentir, inventar, suponer y crear. La experiencia de contemplar, además de proporcionar un disfrute estético, es un instrumento de vida y como tal parece imprescindible perfeccionar y desarrollar los modos de uso de la mirada.

En nuestro contexto sociocultural se le concede tanto poder al sentido de la vista que aquello que no podemos ver no tiene apenas relevancia, incluso llegamos a negar su existencia. Con esta exposición las artistas aspiran a ir más allá de las limitaciones del ojo y ampliar los significados de lo visible e invisible aportando tres miradas dispares y subjetivas que logren unir lo perceptible con el pensamiento, la imaginación, la intuición, la investigación, la especulación y la libertad como pilares básicos de la práctica artística, extensible a nuestro hacer habitual.

En sus obras, las artistas Silvia Castell, Rosa Gimeno y Asun Valet, plasman distintos aspectos y realidades que no forman parte del campo de visión cotidiano y, sin embargo, están ahí. Gracias a poner el foco en lo que pasa desapercibido, lo marginal y lo censurado persisten en representar lo intuido y reflexionar sobre lo invisible y lo invisibilizado.

El espectador encontrará tres espacios diferenciados, como si se tratara de tres exposiciones distintas, para reforzar uno de los aspectos que se abordan en el ensayo: la singularidad de la experiencia estética; ya sea desde la posición del espectador como desde el lado de los creadores, percibir, comprender el mundo que nos rodea y ampliar sus límites son acciones personalizadas y únicas que nos conforman como individuos y nos otorgan una identidad exclusiva que irá transformándose con nosotros en el transcurso de la vida. Es por ello que cada una de las artistas se acerca a la reflexión de lo visible e invisible desde lo íntimo y particular dando como resultado propuestas diversas que al conectarlas crean una red compleja que viene a ampliar el estado de conciencia humana.

ASUN VALET

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El recorrido comienza con las series “A través de la piel” y “Entrever” de Asun Valet, títulos que parecen anticipar la dificultad de percibir y el empeño que ha de poner el espectador para captar lo que se nos presenta a los ojos. Sin embargo, en ambas series la artista sugiere la posibilidad tanto como la dificultad de verlo todo en sus piezas, tal como ocurre en la vida misma.

Observar las obras de Asun Valet es adentrarse en la propia experiencia estética; es como leer un libro sin texto o aceptar lo extrasensorial. Cada una de sus piezas es la prueba del encuentro armónico entre lo aparente y lo oculto. Para representar esta ambigüedad, Valet hace uso de la superposición y la veladura. Cada obra de “A través de la piel” se compone de dos pliegos de gran formato de papel washi, o papel tradicional japonés hecho a mano, colocados uno delante del otro, cubriéndose en su totalidad, aunque la semitransparencia del liviano papel permite vislumbrar los contornos de la segunda capa.

Mientras la epidermis de esta piel, visible a simple vista, está recorrida por gestos vibrantes y contundentes pinceladas orgánicas a base de agua y pigmentos de hierro, la dermis del segundo plano emerge velada, solo accesible a una mirada atenta, dejándose adivinar las formas circulares o cuadrangulares realizadas con finísimos trazos de tinta que se entrecruzan o enredan aportando textura y color.

En la serie “Entrever”, la superposición se realiza por medio de varios círculos de papel gampi, entre los cuales quedan atrapados diferentes clases de compases, cuyos perfiles se traslucen difusos bajo la sutilidad del papel y la pintura de hierro licuada, que se adhieren a sus contornos.

En ambas series se establece un diálogo entre diferentes ámbitos de la percepción. La dualidad es tensionada hasta una convivencia no competitiva que transforma los opuestos en complementarios: ver y sentir, azar y racionalidad, pesadez y ligereza, oscuridad y transparencia, movimiento y calma, organicidad y geometría, control y expresión, consciente e inconsciente, visible e invisible…, dejan de colisionar para ser instantes de la existencia que se relacionan en un plano consciente.

SILVIA CASTELL

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En el segundo espacio encontramos la propuesta de Silvia Castell cuyas piezas tienen títulos como Oscuro, Indefinido, Fosco, Infinitud, Difuso, Impreciso o Verde, Gris, Libro…, donde parece implícita una incapacidad de ver o la opción de mirar solo la superficie obvia de lo real. Sin embargo, todas estas piezas forman parte de la serie denominada “El envés de las cosas” donde la artista parte de la premisa inicial del empeño por mirar, de asomarse al otro lado del mundo, de atreverse a observar y darle la vuelta a objetos e individuos, trepar muros si hace falta para llegar a otear detrás de las evidencias y los obstáculos; en definitiva, traspasar los límites de la percepción.

Al ir adentrándose en la representación de lo invisible, descubre el modo fragmentario en que el mundo se nos presenta y cómo el sesgo viene dado por la forma de mirar y la facultad de imaginar, de modo que se reconstruyen otras imágenes a medio camino entre realidad y ficción.

Sus pinturas se estructuran en dos planos donde interaccionan abstracciones de mundos simplificados. El escenario del fondo, oculto parcialmente, se despliega articulándose a partir de la corporeidad que ofrece el horizonte que, a pesar de su no existencia, es un elemento visible y aquí se representa de manera difuminada delimitando lo que parecen territorios de arena, mar o cielo. Este paisaje en calma se ve cortado, en la mayoría de las piezas, por una suerte de formas rectangulares o trapezoidales donde se encajan entornos variados. Estas geometrías, únicas o agrupadas, se manifiestan como ventanas que invitan a asomarse ante la promesa de que al otro lado de esas realidades múltiples estuviera lo auténticamente libre, solo hay que traspasar el límite del marco o rasgar el velo que nubla la mirada para acceder a un conocimiento que de otra manera hubiera pasado desapercibido.

La evolución del propio trabajo procura una segunda acción incorporando objetos tridimensionales a las piezas, de modo que el visitante se encuentre en un espacio más cercano y reconocible: una manta perfectamente doblada, una escalera, un fragmento de madera pintada o un caballete donde se apoya un vinilo. Son cosas sencillas que acompañan a las pinturas, convirtiéndose en el propio lienzo expandido. Podrían considerarse elementos de tránsito u obstáculos que se interponen para impedir la correcta visión de los cuadros; sin embargo, están ahí como prolongaciones de la propia pintura para reclamar el libre uso del espacio y apoyar otras formas de percepción y relación con el observador. El esfuerzo de procurarles su sitio no parece baldío, aunque eso conlleve la rotura del simulacro de armonía en los cuadros; la importancia de resquebrajar las realidades unívocas no es solo desenmascarar una falsa universalidad sino abrirse a la intromisión y favorecer la inclusión de la alteridad.

ROSA GIMENO

La tercera sala acoge las proyecciones de los videoarte y la videoinstalación que da nombre a la serie “Mujer invisible” de Rosa Gimeno. Pensar en los conceptos de visible e invisible traslada a la artista al conflictivo territorio de la censura y la invisibilidad interesada. Su propuesta audiovisual articula principios del arte y pensamiento feminista que ponen el foco en el cuerpo de la mujer y su rol social y cultural dentro y fuera de nuestras fronteras; sus obras desprenden la convicción de cómo el arte que muestra la vida la posibilita, además de corregir una injusticia.

Su pieza principal, la videoinstalación Mujer invisible con instalación: Mesa – Puente, es la manifestación de la conexión entre espacios de libertad, modulándose en una doble proyección enfrentada con la escultura Mesa – Puente posicionada como intermediaria entre las imágenes y los elementos que acoge bajo ella: fotografías y objetos rescatados del olvido o el abandono, ocultos bajo estratos de indiferencia. Las imágenes del videoarte, Mujer invisible, muestran la espalda desnuda, no idealizada, de una mujer emergiendo de la oscuridad; sobreimpresas van apareciendo y desapareciendo las palabras invisible, ocultada, erosionada, contaminada, líquida…, una referencia simbólica de la construcción de la identidad sujeta al deseo y la realización ajena.

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El videoarte Atrapada en la tela de araña ahonda en las ataduras y estereotipos que no dejan crecer ni buscar una mirada propia sin la mediación interesada del otro; mientras que la pieza Soliloquio representa a la mujer invisible que, lejos de desaparecer en el torbellino social, se apropia del monólogo de Segismundo en La vida es sueño de Calderón de la Barca, para reivindicar su derecho a una vida digna.

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En los videoarte Me llamo Diana y Soy Manizha se rescata del anonimato a mujeres de otras etnias y culturas. Diana es una superviviente del maltrato de su pareja y cuenta someramente su dura vida frente a una pared en la que se proyectan las sombras de gente yendo y viniendo, tan ciegas y sordas como el propio muro. Manizha es una refugiada afgana que huye del abandono y la explotación de todo un sistema político que no entiende que anular y destruir a la mitad de su población es una sentencia de muerte social. La concepción de este video está sujeto a un entramado simbólico que incluye un pequeño homenaje al cuadro de Velázquez titulado Cristo en casa de Marta y María.

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Cuando la política y la ideología se pierden en falsos consensos de igualdad el arte toma el relevo y se enfrenta al reto de representar lo irrepresentable, aquello que es tan difícil de mostrar como es el dolor, la violencia o la injusticia. La artista recurre a la composición, la amalgama y la superposición en una suerte de arte relacional para crear situaciones de proximidad que reconstruyan los relatos que han quedado ocultos en el estrato de lo invisible y gracias a mantenerse en el lugar del disenso dan testimonio del mundo no reconciliado.

La exposición El reflejo de lo invisible” implica un reconocimiento a la inestimable aportación del arte plástico y audiovisual al ámbito de la imaginación y la libertad. Gracias al uso que el arte hace de estas valiosas herramientas, combinadas con su potencial natural para dar a ver, las piezas de arte visual son capaces de mostrar esos otros lugares invisibles, ya sean reales o no, simbólicos, alegóricos o utópicos, y representar eficazmente el mundo de las ideas y el pensamiento, además de llevarnos más allá de los límites en una construcción infinita individual y social.

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Este texto es un extracto del ensayo “El reflejo de lo invisible” de mi autoría, cuya publicación ha sido producida y editada por el Museo IAACC Pablo Serrano de Zaragoza con motivo de la Exposición «El reflejo de lo invisible» con las obras que ilustran este artículo de las artistas Asun Valet, Silvia Castell y Rosa Gimeno.

Otoño de 2023

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ANESTESIA

Susana Pardo

ANESTESIA

Amor fundido a negro

ANESTESIA es un proyecto expositivo transversal fruto de la colaboración de la escritora Andrea Tovar y el artista visual Manuel Granados. La unión sinérgica de la poesía visual de Tovar con la vídeo instalación de Granados se presenta por primera vez en Mutuo Centro de Arte de Barcelona, en septiembre de 2019. Conceptualizar la anestesia supone ahondar en el trabajo que Granados centra en el estado de transición entre lo físico y lo virtual que el ser humano acaba de iniciar con la nueva revolución tecnológica. Como toda fase intermedia supone ganancias y pérdidas.

Qué implica la desmaterialización de lo físico o hacia dónde han de proyectarse los esfuerzos en la construcción del cuerpo virtual son cuestiones que han de plantearse de un modo holístico, con una observación y análisis interdisciplinar. ¿Cómo podemos entender, desde nuestra perspectiva inmersa todavía en el paleolítico de las tecnologías de la información, la comunicación y la inteligencia artificial, la disolución del individuo y la individualidad tal como la conocemos? ¿Nos llevaría a un mayor aislamiento y soledad? o por el contrario la realidad virtual súper conectada sería más afín a nuestra naturaleza de seres pensantes y espirituales desde otra manera de ser en lo físico.

Manuel Granados y Andrea Tovar abordan el concepto de anestesia tomando prestado el potencial confuso y contradictorio de las imágenes y las palabras para dar a conocer, al mismo tiempo que enmascaran y silencian por conveniencia o saturación.

La propuesta pone el foco en la dialéctica del sistema sinestésico / anestésico, relacionada con la percepción sensible a través de los sentidos. Siguiendo el razonamiento de Susan Buck-Morss1, el sistema sinestésico se encarga de hacer consciente lo que nos llega del exterior uniéndolo a las imágenes mentales registradas por la memoria y la anticipación en nuestro cerebro; estaríamos hablando, por tanto, del «sistema estético de la conciencia sensorial».

En la era del ocio híper consumista y la introducción de lo visual y virtual en los nuevos modos de relación, parece urgente revisar lo estético y, quizá, ajustarlo a su etimología originaria. Del griego aisthetikos, se define como el conocimiento que se adquiere por los sentidos. Estos saberes que nos llegan al contemplar, escuchar, paladear, inhalar o acariciar han sido tradicionalmente denostados por la filosofía y la ciencia, ya que tenían acceso directo a la emoción sin pasar por la razón. Sin embargo, investigaciones recientes del neurólogo Antonio Damasio2 ponen en valor los sentimientos, como experiencia mental de las emociones, al concederles el papel de agentes de motivación y control en la construcción de la cultura, o lo que entendemos por civilización. Pero en algún momento de la historia del arte, lo estético dejó de relacionarse con la percepción sensible para decantarse por la belleza como experiencia sensual o lo que place a los sentidos.

La cuestión no es dejar de percibir y sentir sino estar al mando de nuestro sistema sensorial y ser capaces de discernir la información que dejamos pasar. No es fácil responder a la pregunta de hasta dónde nos influye el shock de la fantasmagoría que oculta o altera la realidad y satura los sentidos impidiendo reaccionar ¿Qué implica estar inmerso en el exceso y la espectacularización vacía como un ideal consumista de la cultura de masas? Es evidente que tomar un vino con los amigos, como tener un perfil en Instagram, fomenta las relaciones sociales y produce sensación de bienestar. Por el contrario la adicción al alcohol, las drogas o las redes sociales, dificulta la comunicación de calidad y el aprendizaje; condiciona, somete y aísla al individuo al mismo tiempo que obstruye y merma todas sus capacidades sensoriales y cognitivas.

Con ANESTESIA se reclama la facultad de volver a abrir los canales de percepción, favorecer el flujo de información, pero ante todo, evitar el manejo de lo estético por agentes condicionados por fines crematísticos. ANESTESIA manifiesta la urgencia de ser conscientes de no traspasar ciertos límites de insensibilización, advirtiendo del peligro en el uso abusivo que adormece y paraliza. Tomar el control y dosificar son la clave para activar o desactivar la dialéctica sinestesia / anestesia, ya que son los mismos estímulos, recursos, acciones, objetos y sustancias químicas (naturales o artificiales) los que actúan en la fluidez o la obstrucción de lo percibido.

La anestesia, por tanto, no incide en la negación de lo sensible, sino en el colapso de los sentidos que obstruyen las vías de conexión en detrimento de la experiencia o la obtención del placer, y en última instancia de la supervivencia. Resulta contradictorio que, en este momento de auge de canales de información y redes sociales que nos conectan a través de mensajes de texto, de audio y de imágenes, el sistema sinestésico pueda revertir su funcionamiento y derivar en sistema anestésico como medida de prevención del cuerpo ante la saturación de estímulos que provocan el shock traumático. Walter Benjamin3 aconseja la distancia, para observar y sentir desde fuera la fantasmagoría capitalista. Sin embargo, Andrea Tovar recurre a la memoria fijada en el álbum de fotos familiar, las cartas y documentos del pasado para sus poesías visuales; mientras Manuel Granados se apropia de imágenes de la vida cotidiana colgadas en internet como construcción de un cuerpo virtual inconsciente. Ambos, se obligan a no caer en la “crisis de la percepción” que padecemos y se proponen registrarlo todo en sus piezas. Anotar en la memoria construye anclajes a los que volver y previene el adormecimiento. La memoria vela por la integridad perceptiva mientras se abren las vías para apreciar el tiempo contemporáneo y no sucumbir a la anestesia de lo estético. El peligro del individuo anestesiado reside en cómo queda despojado de su posicionamiento político e incapacitado para la crítica y la acción.

La propuesta ANESTESIA es una experiencia visual en dos tiempos:

En primer lugar, la videoinstalación de Granados permite sumergirse literalmente en la ambivalencia de las imágenes y sonidos a través de una catarata atropellada y asincrónica de objetos de consumo y actividades diversas que conforman la cotidianidad. Se ha creado una fantasmagoría, que a diferencia de la orquestada por la cultura de masas, no pretende ser un espectáculo gratificante ni reconfortante. Mas bien al contrario, aquí la intención gira en torno a la posibilidad de despertar del colapso que supone el exceso fetichista en que se han convertido las experiencias sensoriales y culturales, como sustitutivos complacientes de la realidad. Las imágenes y sonidos de la video instalación mantienen una posición contraria a la ilusión de un mundo idílico; evidencian la soledad y fragmentación de una humanidad alienada, herida y depauperada. El espectador asiste a un espacio de exageración y superabundancia provocando una violencia perceptiva que posibilite una potente necesidad de reacción.

La segunda parte es este poemario intervenido de Tovar, como pieza extendida del caos. El formato libro, permite la lectura y visualización en un entorno que ya no es el propuesto por los artistas sino elegido por el propio espectador. Reflexión, intimidad y conexión, son conceptos que limpian las vías de acceso de lo estético para que puedan convertirse en imágenes mentales, es decir, experiencia sensible y cognitiva. La estructura visual del poemario puede llegar a percibirse como una carrera de obstáculos o un laberinto que esconde secretos y trampas. Nada es lo que parece. Engaños y confusión que estimulan al lector para no bajar la guardia. Ahora se demanda un esfuerzo al observador para que sea crítico y distinga entre lo útil y lo desechable. A través de cada una de las páginas se plantea una faceta de la anestesia, y a su vez, se traza un íter más amplio que se encamina a una posible resolución: el despertar a la propia vida. De este modo, la experiencia artística extendida pretende servir de estímulo para encontrar la poesía en lo cotidiano que ayude a diferenciar lo lúdico de lo nocivo. 

El proyecto plantea diferentes aspectos en la manera de percibir la experiencia artística haciendo converger desde distintas realidades de espacio-tiempo la aprehensión del concepto anestesia. Pero, sobre todo, hay una apuesta clara por la recepción activa y crítica del observador para que los dispositivos se movilicen y generen las conexiones imprescindibles para la comunicación.

Al ahondar en la percepción sensible o estética (aisthetikos), es posible llegar al convencimiento, acertado o no, de las múltiples opciones que las imágenes captadas y procesadas nos ofrecen. El desarrollo tecnológico, entre otras funciones, repara en hacer perceptible la virtualidad del mundo de las ideas del que Platón ya nos hablaba, una infinidad de imágenes mentales que pueden potenciarse a través del sistema sinestésico. Este proyecto no quiere pasar por alto la cualidad intervencionista del concepto anestesia, es decir, su capacidad medial o catalizadora, que deviene en material, fórmula o herramienta de uso saludable que tomamos prestada para imaginar; «para saber hay que imaginarse» dice Didi-Huberman4.

Sin la imaginación no es posible el aprendizaje ni el conocimiento, es la que pone en juego las opciones que hacen posible el desbordamiento de nuestro yo; la imaginación transforma el “yo” en el “ser posible” que describía Heidegger5. En el momento que dejamos de entender el ser como un objeto que está en el mundo o un mero observador interesado, a la manera de Husserl6, y lo pensamos como un proceso cuya cualidad fundamental es la de trascenderse a sí mismo, nos daría la noción del ser que entiende Heidegger como “el ente que se aparta de su ser” 7, un ser en constante hacerse

De este modo, la identidad es un proyecto activo que se encuentra en continua actualización, una construcción abierta a cambios por la interacción con el entorno.

Es en esa tarea de elaboración y comunicación donde el individuo necesita hacer uso de la imaginación; las proyecciones mentales que conectan el exterior con nuestro interior son un ejercicio de libertad que conducen al logro o la perdición.

Además de la función auxiliadora y protectora, la anestesia opera amordazando al guardián racional de nuestro cerebro. De esta manera, corta el paso a lo reglado, pone en duda la coherencia de lo que aparenta ser lógico; cuestiona lo reconocible, lo aprendido y experimentado; se aventura a atravesar la frontera de lo desconocido, lo diverso, lo otro, lo contingente y lo imposible.

La anestesia, desde este ángulo, se convierte en una aliada imprescindible para sostener los continuos estados de transición en los que vive el individuo por su cualidad de proceso. Este estado de transición u horizonte de sucesos, que el artista vive de un modo exacerbado, es la línea permeable que separa lo conocido de lo desconocido, es el límite entre el yo y la conectividad; en definitiva el estado de transición que hay entre cualquier idea y su contraria para dejar de ser opuestos y convertirse en paradoja o complementarios.

Enfrentarse al poemario de Tovar y la video instalación de Granados es participar del ejercicio de imaginación; se nos conduce por un terreno complejo sin condicionamientos ni premisas, ajeno a ordenes o jerarquías, sin hilo conductor ni narrativas, y como si fuéramos acróbatas, mas que espectadores o lectores, se nos requiere hacer un triple salto mortal para llegar a un lugar desconocido, incluso para los propios autores.

Notas

  1. BUCK-MORSS, Susan: Estética y anestésica. Una revisión del ensayo de Walter Benjamin sobre la obra de arte, La balsa de la  medusa, 1993, p. 65.
  2. DAMASIO, Antonio: El extraño orden de las cosas. Barcelona, Editorial Planeta, 2018, p. 20.
  3. BENJAMIN, Walter: La obra de arte en la época de su reproducción mecánica. Madrid, Casimiro libros, 2013, p. 55.
  4. DIDI-HUBERMANN, Georges: Imágenes pese a todo. Memoria visual del Holocausto, Barcelona, Paidós, 2017, p. 17.
  5. REALE, Giovnni y ANTISERI, Dario: Historia del pensamiento filosófico y científico III. Barcelona, Herder, 2010, p.519.
  6. Idem, p. 520.
  7. Idem, p. 519.

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