POETICAS DE LA REALIDAD. SALGADO / EGGLESTON

Susana Pardo

Poéticas de la realidad

Salgado / Eggleston

Desde los comienzos de la fotografía, los profesionales se dieron a la tarea de registrarlo todo. La fotografía parecía ser la herramienta básica, rápida y fidedigna para fijar el mundo que nos rodea. Se aplicó a todos los campos, desde el paisaje al retrato, la arquitectura, el arte o las ciencias. El dibujo, el grabado y la pintura quedaron relegados ante la fidelidad con el original y la rapidez que las imágenes fotográficas ofrecían. Los avances tecnológicos en las cámaras cada vez más compactas y ligeras, la mejora en la calidad y variedad de lentes y las emulsiones en rollo hicieron posible la expansión de la fotografía documental y el fotoperiodismo. Innumerables fotógrafos viajaron por el mundo documentando todo tipo de lugares y sucesos, además de retratar a sus habitantes y protagonistas.

Sin embargo, muy pronto hubo pioneros que confiaron en el valor de la fotografía mas allá de su capacidad testimonial sobre un momento determinado o un paisaje concreto. Se empezaron a desarrollar técnicas, aunque se mantenían en secreto, para obtener ciertos efectos naturalistas o mayor nitidez en la toma: se manipulaba la exposición a la luz y el positivado en papel con máscaras o superposición de negativos, además de disponer de modelos y elementos escenográficos para mejorar las composiciones aparentemente realistas. Todos esos descubrimientos y avances tecnológicos venían a demostrar el potencial expresivo y creativo de las imágenes. Pero no fue hasta el último cuarto del siglo XIX cuando se empezó a incorporar criterios y principios de las bellas artes para conceder a las imágenes una visión personal de la realidad, más romántica, metafórica o simbólica1.

La verdadera expansión de la fotografía vino a partir de la experimentación de las Vanguardias del siglo XX. Con autores como Man Ray, John Heartfield, Hannah Höch, Moholy-Nagy, Wanda Wulz, Christian Schad, Claude Cahun, Lola Alvarez Bravo y otros muchos se dio comienzo a una creciente investigación en los lenguajes formales y la visión artística que había comenzado con el pictoralismo. Ahora las investigaciones iban de la mano de los dadaistas que introdujeron la abstracción, el collage y la conceptualización en las imágenes fotográficas que continuó con el movimiento surrealista hacia la representación del mundo misterioso, onírico e irracional del subconsciente; los suprematistas soviéticos formularon el fotomontaje propagandístico; mientras los futuristas con su interés por la tecnología y el gusto por la velocidad se encargaron de la representación del tiempo y el movimiento; por último, y más importante para el tema que nos ocupa, la Nueva Visión de la República de Weimar2 incorporó puntos focales y perspectivas distintas al ojo humano permitiendo composiciones distorsionadas de la realidad, jugaban con los espacios ensanchando o comprimiendo las proporciones y desafiaban las convenciones del uso de la luz para delinear contornos más nítidos y contrastes sugerentes, todo ello para “desfamiliarizar” lo cotidiano al mismo tiempo que descargaban al documento de toda la carga psicológica que el movimiento artístico expresionista de la Alemania de entre guerras imprimía a las imágenes.

     
 1.- HACKING, Juliet: Fotografía. Toda la historia. Barcelona, Blume, 2015, pp. 160-183. Estas primeras experiencias artísticas en el medio fotográfico se denominó Pictorialismo, un movimiento que aunaba a aficionados y artistas que se agrupaban en asociaciones o hermandades (como Camera Club de Viena, el Photo-Club de París, el Brotherhood of the Linked Ring británico y the little Galleries of the PhotoSecession en Nueva York) separadas de los fotógrafos comerciales, dedicadas a organizar exposiciones, excursiones fotográficas y editar sus propias revistas. Henry Peach Robinson (1830-1901) se convirtión en el máximo representante del pictoralismo con su influyente libro Pictorial Effect in Photographiy, 1869 donde se recogen algunas reglas básicas y técnicas en el laboratorio; pero lo más importante de este autor es que concedía una libertad interpretativa al fotógrafo y lo estimulaba a intervenir en el proceso de mejorar su práctica artística dentro de la disciplina de la fotografía, toda una novedad, ya que no solo elevaba al fotógrafo a la categoría de artista, sino que le concedía el permiso de transformar la realidad que capturaba a través de las lentes, manipulando los negativos y la imagen impresa. «Cualquier subterfugio, truco y conjuro del tipo que sea están abiertos al uso del fotógrafo. […] Mucho se puede hacer para conseguir imágenes muy hermosas mediante una mezcla entre lo real y lo artificial». Este texto recoge la idea principal que abre la brecha entre los fotógrafos que defienden la pureza de la fotografía como documento que recoge la realidad tal cual se presenta frente a la cámara y aquellos que defendían que todo vale para mejorar y embellecer las imágenes. Otros nombres de fotógrafos y fotógrafas pictoralistas son Alfred Stieglietz, Gertrude Käsebier, Frank Meadow Sutcliffe, Julia Margaret Cameron, Fred Holland Day, Peter H. Emerson, Albin Langdon Coburn, Edward Steichen,…

 

2.- República de Weimar es el nombre que la historiografía dio al Imperio Alemán tras su caída el 9 de noviembre de 1918 como consecuencia de la abdicación de Guillermo II, que puso fin a la Primera Guerra Mundial, hasta 1933. El nombre viene dado por la ciudad donde se proclamó la nueva constitución que entró en vigor en 1919, aunque nunca fue adoptado por los propios alemanes. Con la república dio comienzo un período muy inestable políticamente que hizo tambalear la democracia en muchas ocasiones; a la sensación de frustración y humillación por la derrota y la percepción de injusticia que las duras consecuencias impuestas por la comunidad internacional provocaban en la población, se unió una crisis económica que fue una constante desestabilizadora social. Sin embargo, los años veinte también trajeron un momento de florecimiento y gran efervescencia creativa y artística.
Sebatião Salgado Brasil 1944, fotógrago, artista americano

Todos estos avances en la experimentación de lenguajes visuales no solo supuso un cambio en la creación de imágenes (más artísticas e imaginativas) sino que, además, fueron introduciendo transformaciones en los modos de percibir el mundo. La posibilidad de ofrecer una ampliación de puntos de vista y perspectivas, como las nuevas opciones a la hora de construir o alterar las formas, demandaba una mirada más activa y crítica al observador. La fotografía documental y realista no quedó al margen de toda esta revolución vanguardista: el retrato clásico representacional de la burguesía pasó a convivir con el foto periodismo, que emergió con la Primera Guerra Mundial, y la fotografía de reportaje que pretendía documentar de la manera más realista posible la sociedad urbana y suburbana, constatando la crudeza de los contrastes sociales, que pivotaban entre los lujos y desfases de la Belle Époque de unos cuantos en los años 20 y la depresión económica de la mayoría, que después del crack del 29 se agravó y extendió.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la visión descarnada del drama de los campos de exterminio y las consecuencias de la atrocidad en Hiroshima y Nagashaki, abre una brecha en la forma en que los artistas europeos dejan de confiar en las ideas utópicas de vanguardia; tras sufrir la nefasta deriva de la racionalidad desmedida y las ideas de progreso deshumanizado, los artistas se replantean el modo de ver y explicar el mundo. Ya no sirven las ideologías ni el hedonismo insensibilizado del pasado, se reformula un giro que les lleva a una investigación más intimista, una estética más reflexiva y silenciosa, las formas se desdibujan en una abstracción conceptual donde se busca la parte más esencial del individuo. El fotógrafo de posguerra se enfrenta a la segunda mitad del siglo XX como beneficiario de todo un bagaje visual experimental y un activismo ideológico legado por sus predecesores que ha desencadenado el colapso social y político. Pero además, los fotógrafos documentalistas han sido testigos directos de la devastación en la guerra y de la miseria de los campesinos, del hambre y la muerte. Asumen esa doble herencia: cruda realidad y lenguaje visual y lo ponen a su propio servicio; ya no les interesa seguir el camino trazado por intereses ajenos. Comienza, así, un período donde las narrativas y los héroes del pasado ya no tienen cabida.

Tanto en Europa como en EEUU, se desarrolla una fotografía subjetiva, un modo muy personal de documentar el mundo, donde el registro de la realidad pasa previamente por el filtro del fotógrafo. Aunque las fotografías nos muestren la vida común de los individuos y el medio en el que se desarrollan, este relato está, de algún modo, mediatizado y restringido a la visión particular de su autor; por tanto, lo que la fotografía nos devuelve no puede considerarse un documento fidedigno, sino una mirada íntima y condicionada por la propuesta ideológica y emocional absolutamente singular del fotógrafo.

El fotógrafo utiliza el registro o documento impreso para hablarnos de él mismo, de cómo ve el mundo, a los individuos y las sociedades. La nueva fotografía documental es un ensayo en imágenes, porque a través de ellas no solo conocemos los gustos del autor, dónde prefiere mirar y cómo, qué le atrae o disgusta, cuál es su ideario y su forma de pensar sobre lo que elige observar y cómo lo plasma, sino además nos está dando su opinión sobre las cosas, emite un juicio en cada clic de su cámara.

Si prestamos atención, lo que el nuevo reportero nos ofrece en sus imágenes es su propia identidad, su ADN, el álbum de su vida. Por ello, ya no documenta los eventos importantes ni va al foco de la noticia, porque, ahora, la crónica se encuentra en cualquier lugar. Los fotógrafos apuntan con su objetivo a territorios diversos, inexplorados o marginales, ya estén a la vuelta de la esquina o en las antípodas del planeta, y desde luego, les interesa conocer e indagar sobre ese ser humano que pisa el suelo como él, observarlo a través de su filtro: cómo es y qué siente, como vive y se relaciona, dónde desarrolla sus actividades de trabajo y ocio, qué le preocupa y cómo usa o cuida su entorno. Las fotografías se revelan, así, como unidades de significado personal, yendo más allá de la visualidad superficial e incluso de su simbolismo. Son el mismo reflejo de la persona que las produce, nos hablan de su creador.

Se exponen simultáneamente dos exposiciones en Madrid y Barcelona de dos autores referentes y herederos de la fotografía documental de la segunda mitad del siglo XX, que son ejemplos vivos de esta forma subjetiva de ver el mundo. Desde posiciones contrarias o divergentes, ambos fotógrafos incorporan la creatividad y la diversidad de lenguajes experimentales de las vanguardias artísticas. En sus fotos podemos rastrear, además, el legado de la fotografía social europea, la fotografía documental americana y la corriente de la Nueva Visión germana, todo ello fusionado con sus propias inquietudes e investigaciones cuyo resultado es una fotografía subjetiva para una mirada caleidoscópica del mundo.

La Fundación Mapfre expone en el espacio Kbr de Barcelona hasta el 28 de enero “El misterio de lo cotidiano” de William Eggleston (1939, Memphis, Tennessee, Estados Unidos) y el teatro Fernán Gómez de Madrid muestra hasta el 14 de enero “Amazonia” de Sebastião Salgado (1944, Minas Gerais, Brasil). Ambos fotógrafos registran al individuo común, a su comunidad y el entorno donde desarrollan su vida, trabajo y momentos de ocio, desde una perspectiva personal, para dirigir la mirada del espectador hacia una narrativa condicionada por el propio autor, aunque esta difiera de la realidad.

Salgado y Eggleston representan la enorme diversidad que el subjetivismo proporciona, frente a la aparente sencillez que rodea a la captura, creación y recepción de las imágenes. Hoy día se hacen fotos con extrema facilidad; todos disponemos de una cámara en nuestro smartphone, cuyos softwares se encargan de hacernos sentir que hacer fotos es solo cosa de apretar un botón y el resto es pura mecánica, no hay nada que pensar, ni principios técnicos ni aspectos conceptuales que dominar. Creemos estar en la era de las imágenes, rodeados de fotografías y audiovisuales en todo tipo de pantallas, como meros observadores o, incluso, como generadores de contenidos; pero, la realidad es que la mayoría de usuarios construye las imágenes y videos por medio de unos pocos programas, siempre los mismos. Ya no hace falta que el fotógrafo piense, ya se encarga la tecnología de hacer fotos idílicas cortadas por el mismo patrón embellecedor de filtros antiarrugas y vivos colores que gustan a todos. El resultado son imágenes vacías, carentes de poesía, sin contenido ni simbología, mostrando una homogeneidad visual que induce a pensar que vivimos en un mundo disminuido y simplista, cuando la realidad es abundante y extensa con individuos, sociedades y culturas complejas y múltiples.

Y precisamente esta es una de las claves de la narrativa de la exposición de Salgado. “Amazonía” denuncia explícitamente el peligro que se corre ante la reducción de la diversidad de todo tipo de vida orgánica: vegetal, animal y humana. Su mensaje conservacionista se materializa en 7 años de viajes y estancias en la selva amazónica para mostrar la vida, una riqueza existencial que se puede perder.

Aunque la fotografía de Salgado y Eggleston no podría incluirse en la categoría de arte de vanguardia, y a pesar de que artístico puede ser un calificativo que entra en contradicción con los principios del documental, estos fotógrafos sobresalen al acometer su trabajo desde la subjetividad, retomando el espíritu original de las vanguardias aunando conceptualización e investigación estética en lo que podría denominarse documental artístico. A partir de los años 70 la subjetividad comenzada en el documental de postguerra se va extendiendo hacia campos mas creativos a medida que los lenguajes visuales y las nuevas formas de recepción se van desarrollando (series en libros y exposiciones). La invención, el pensamiento, la imaginación va inoculándose en una sociedad cada vez más ávida por conocer y explorar otras formas de ver el mundo.

Los años 90 traen una mayor relajación en los límites que existían entre los distintos campos de la fotografía para llegar al punto en que la fotografía documental representa e incluye un amplio espectro de especificaciones que comparte con la fotografía creativa, experimental, conceptual, social, urbana, política, periodística, paisajística, de retrato, de arte y arquitectura, etc.

Todos ellos son géneros lícitos que los fotógrafos contemporáneos han ido fusionando para registrar el mundo que ven e interpretan en las impresiones sobre papel o en pantalla. La posmodernidad ha amplificado una de las cuestiones más discutidas durante décadas y resuelve en constatar el hecho de que la fotografía, pese a su empeño, es un medio de expresión tan personal y libre del original como la imaginación, el pensamiento y las emociones del fotógrafo que se sirve de sus principios. La fotografía es incapaz de ser objetiva a la hora de plasmar la realidad, siempre ofrece una representación de lo real; aunque la fotografía documental siempre ha tenido la voluntad de actuar como testigo privilegiado de su tiempo para dejar inventariado todo lo que acontece delante de las cámaras, muchos artistas han posado su mirada en esta forma de hacer fotografía, no solo para mostrar su visión más crítica del mundo, denunciando o reivindicando todo tipo de asuntos sociales, sino para comenzar a reconstruirlo y proyectarlo hacia el futuro. Esto ha sido más evidente con la llegada de la digitalización y las inmensas posibilidades que postproducción y edición ha supuesto en la creación de imágenes; y desde luego, con la llegada de la inteligencia artificial se abre un campo cuya deriva aún es difícil de predecir y a buen seguro revolucionará el modo en que los documentalistas de la tercera década del siglo XXI se enfrentan al reto de representar la realidad visible, que inevitablemente interseccionará con una existencia imaginada que terminará socavando, la más de las veces, la narrativa de lo real.

Sebatião Salgado Brasil 1944, fotógrago, artista americano

Todo lo visto hasta ahora nos revela que la verdad es un concepto escurridizo y efímero; cuesta apresarla, porque fuera del instante decisivo3 que describía Cartier-Bresson la evidencia impresa es siempre otra cosa, un relato parcial, sesgado, condicionado e incompleto. Pero al mismo tiempo, incorporar la libertad, la interpretación y la subjetividad en el documental enriquece nuestro mundo al permitirnos ver a través de la mirada singular y consciente de cada autor, muestra la diversidad encerrada en el mismo espacio planetario y en cada una de sus criaturas. El libre juego de las representaciones resultantes del cruce entre observador y objeto de observación nunca podría definirse como un relato fantasioso y mucho menos una mentira.

3.- CARTIER-BRESSON, Henry: Fotografiar del natural. Publicación digital, EpubLibre, 2003, p. 8. El segundo capítulo de este libro se titula “El instante decisivo”. Describe la emoción que le producía salir a caminar con su cámara Leica (muy ligera con una óptica de 50 mm de gran calidad, que le permitía registrar del natural con gran fidelidad y nitidez) al cuello, mirándolo todo. Gracias a las clases de pintura que recibió y su pasión por el cine, aprendió a observar el mundo que le rodeaba y ver donde otros no encontraban nada; en esos comienzos, deseaba plasmarlo todo en una sola imagen, no buscaba ninguna narrativa, solo captar el momento esencial de lo que se le presentaba frente al ojo. Este breve texto ha sido inspiración de generaciones de fotógrafos, incluido el propio William Eggleston confesaba su admiración por uno de los fundadores de la agencia Magnum.

Las fotografías de Eggleston en la ciudad de Memphis de los años 70 y las imágenes de Salgado realizadas en la selva del Amazonas la segunda década del siglo XXI no son un falso documental, en el sentido en que lo concebimos hoy, como una dramatización o reconstrucción novelada de un hecho ocurrido, una biografía o cualquier situación concreta. Lo que nos dan las imágenes de ambos artistas (advierta el lector que a partir de ahora, y solo después de haber transitado, desde mi particular visión, por este mínimo recorrido de la historia de la fotografía documental) no es una ficción ni una dramatización de la verdad, no reconstruyen la realidad, ni la inventan aunque tampoco es toda la verdad y mucho menos una realidad objetiva. Lo que vemos en las fotografías de Salgado y Eggleston no es un falso documental, sino un documental poetizado: son imágenes que nos muestran un modo condicionado de ver la escena que pasa delante de sus ojos, una interpretación honesta, aunque particular, incidiendo en unos aspectos y obviando otros para contar lo que a los autores les interesa. Las imágenes están cargadas del contenido propio de los artistas: de sus inquietudes y contradicciones, de sus emociones y experiencias, de su forma de ver y sentir, en definitiva las imágenes nos hablan de una interpretación subjetiva del mundo, la vida y la muerte.

El lenguaje formal seleccionado en la tomas y la postproducción no responde a una decisión automática o trivial, nos están dando modos de documentar que atraviesan el plano estético e incluso la esencia comunicativa y conceptual para anteponer su ideario psicológico, simbólico y metafórico. Ambos crean una nueva memoria, una ficción documentada o un documento poetizado. Lo que ellos retratan no es lo que está pasando en la selva amazónica ni en el EEUU profundo. Ambos están capturando su propio testimonio, el que les retrata a ellos, el relato que ellos quieren transmitir a partir de recursos contrapuestos que vamos a ir analizando.

Salgado tiene un objetivo claro «concienciar sobre la fragilidad del principal ecosistema del planeta» y lo lleva a cabo con un compromiso férreo y una maestría ejemplar, tanto en la captura de imágenes como en la postproducción. La preservación de las culturas y pueblos de la Amazonía son el impulso inicial que le ha llevado a estar alrededor de siete años (un esfuerzo titánico, más para un señor de su edad) conviviendo en diferentes períodos con doce tribus que viven aislados en plena selva, con los recursos que la tierra les provee, conservando sus modos de vida, tradiciones y creencias ancestrales. La exposición es una experiencia estética en sí misma, un espectáculo con 200 fotografías de gran formato, 7 películas y banda sonora original, compuesta por el músico Jean-Michel Jarre especialmente para el evento, con mayor o menor acierto, destinado a recrear sensaciones que acompañen a la propuesta conceptual de la exposición.

Mi impresión es que toda esta maravilla va mucho más allá de la simple ideología ecologista o la necesidad de preservar la memoria de culturas autóctonas. No cabe duda de la implicación de Salgado, de la responsabilidad adquirida al mostrar la riqueza de esta parte del planeta. Desde ese punto de vista, las imágenes son una verdad, hay un propósito real y una entrega; al artista le importa tocar emocionalmente al público y crear una impronta de apreciación y conservación de la naturaleza. Es un mensaje lícito y muy loable, una lección para las nuevas generaciones de fotógrafos, y artistas en general, que andan encandilados con la falsa espectacularidad, con formas carentes de contenido, con el arte de la anécdota y la gracieta, o peor aún, aquella estética de tendencia que puede ser más fácilmente vendible.

Frente al compromiso ideológico y la riqueza y exuberancia de las espesuras salvajes, encontramos el mundo decadente y baldío de los suburbios de la ciudad natal de Eggleston. Fotografía lo que se encuentra mientras camina por Memphis y toma las imágenes que le atraen de un modo despreocupado, sin pensar, con una apariencia neutra de un observador casual; no sabe qué está haciendo al fotografiar estos parajes y sus ocupantes, no sabe por qué le atrae, pero intuye el misterio detrás de una comida, de un cartel o una gasolinera; percibe que en cada cosa e individuo se esconde algo que él quiere descubrir: sueños rotos, seres perdidos o desubicados, personas con emociones de toda índole en el intento de conocer.

Es imposible abstraerse de toda la carga metafórica y psicológica de sus imágenes. Al retratar los objetos vulgares, las casas de los barrios residenciales, los centros comerciales, las fachadas de edificios o talleres, los bares, etc, con todos esos momentos banales y la gente común en lo cotidiano, está mostrándonos el paso del tiempo en lo desgastado, el abandono y la tristeza en lo marginal, la soledad e incapacidad de relacionarse y tantas emociones que vienen a simplificarse en la mirada nostálgica de Eggleston sobre la única verdad metafísica posible: la transitoriedad del individuo, la caducidad y deterioro de la materia frente a la maravilla del potencial de la individualidad espiritual. A través de la poesía de sus composiciones, de las cálidas luces, los encuadres icónicos y los colores contrastados, nos enseña a mirar que tras la superficie ajada hay una vida individual que palpita y no desaparecerá nunca aunque la materia se derrumbe, se funda, se oxide y muera.

Deseo de conservar frente a ser testigo de la extinción, dos formas contrapuestas de resolver un pensamiento profundamente humanista: la vida y la muerte forman parte del ciclo orgánico que nos habla de nosotros mismos, de nuestra individualidad, del fondo que podemos ver, pensar y sentir como de los límites visibles que nos conforman y definen como seres únicos. De este modo, los fotógrafos y las imágenes que construyen se erigen como mediadores necesarios entre lo que vemos a ambos lados de nuestros sentidos; su mirada subjetiva y creativa propone y los espectadores recogen ese mundo de realidades y metáforas para una interpretación personalizada.

Al confrontar los trabajos de Salgado y Eggleston, antes incluso que la disparidad del tema y las diferencias geográficas donde se capturan las imágenes, la primera y más evidente extrañeza es la elección entre B/N y color para cada proyecto.

El planteamiento estético de Eggleston es completamente nuevo y causa una gran polémica cuando el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) realiza una exposición individual de un conjunto de 75 fotografías en color realizadas entre 1969 y 1971. Con esta muestra, el comisario y responsable del departamento de fotografía del museo John Szarkowski3 , toma una decisión arriesgada en 1976, ya que es la primera vez que un museo da cabida a un trabajo fotográfico tan extenso en color y, además, lo acompaña con la edición de un libro en forma de álbum familiar con las típicas tapas de cuero incluidas. Hasta entonces, en los años 50 y 60, el uso masivo del color era menospreciado por los artistas, los fotógrafos documentalistas y el público en general, porque se consideraba un recurso embellecedor de la realidad, un añadido que denotaba falsedad. El color quedaba relegado a la publicidad y las revistas para el consumo de masas, un espacio donde quedaba restringido a dar brillo al ideal de vida capitalista, competitivo y solo apto para triunfadores.

Este gesto, aparentemente simple desde nuestra perspectiva en 2023, de fotografiar lo banal a través del perdedor, el deterioro y la marginalidad, en unas ampliaciones de revelado impecable con la técnica por transferencia de colorantes, (un proceso costosísimo que da como resultado unos colores muy atrayentes utilizado mayoritariamente para la venta de productos de lujo) supone todo un acto de rebeldía.

Eggleston traiciona el B/N al rehusar este recurso estilístico capaz de ennoblecer las imágenes y acercarlas más al arte y la verdad, al mismo tiempo que traiciona la propaganda del sueño americano y el glamour de las revistas de moda, al renunciar a fotografiar lo nuevo, lo liso y lo limpio. El mismo Eggleston afirma que el color recubre lo cotidiano de cierta calidez emocional. La intensa luminosidad, la saturación y los contrastes de color ejercen un magnetismo que trapa la mirada para entonces sucumbir al verdadero propósito del autor: hacernos observar lo anodino de la ciudad y sus arrabales por donde también fluye la vida, con sus procesos finitos y su particular belleza. El artista ofrece un espacio en la memoria impresa para una existencia digna, cumpliendo una promesa tácita.

En la otra cara de la moneda, Salgado elige el B/N, a pesar de fotografiar la exuberancia y la frondosidad de la selva, con su rica variedad de vida. ¿No hubiera sido más lógico capturar la selva en toda su gama de colores? Después de décadas de uso del color, incluso aceptando su conveniencia para registrar más fielmente cualquier evento o situación, Salgado sigue recurriendo a la fotografía documental más tradicional en B/N; quizá no es más que un gusto personal, pero lo cierto es que la sobriedad del B/N es símbolo de seriedad y honestidad, un modo de dar veracidad, sin los engaños ni artificios de la riqueza de gradaciones, tonos y matices de color que la abundancia selvática podría proporcionar al ojo. Nuestra psique tiene impresa la idea de que el B/N se relaciona con tiempos pasados cuando la tecnología no ofrecía tantas opciones de manipular la realidad. Una auténtica falacia cuyo desmentido parece pasar inadvertido al inconsciente y a nuestra razón, de tal modo que el B/N sigue constituyendo la ilusión de lo auténtico.

Sebatião Salgado Brasil 1944, fotógrago, artista americano
William Eggleston, Fotógrafo, Estados Unidos 1939 , artista

Pero nuestros ojos ven en color, por tanto, las imágenes en B/N son una forma falsa de percibir el mundo. Y este es el cometido de Salgado, ofrecer una ficción en B/N que nos haga pensar en la antigüedad de la selva y de sus poblados y que nos comprometamos con él en esa existencia sin manipular. Pero todo este loable planteamiento no deja de ser una contradicción en sí misma, un falso documental. El trabajo “Amazonía” es una construcción y una realidad, un teatro de sinceridad; porque, además, el propio contacto y convivencia con esos pueblos ya está contaminando su naturaleza ancestral, pura e inocente. Pero sobre todo, el trabajo en B/N (desde la captura de las imágenes, el positivado y la edición) ha sido siempre susceptible de ser manipulado.

En numerosas ocasiones, Salgado ha sido acusado de ser un esteta y embellecer la miseria humana, a lo que él siempre replica que solo retrata el mundo que se le presenta. Es innegable el ejercicio estético de “Amazonía” y de las poderosas razones de preservar el medioambiente y las comunidades de indígenas que validan cualquier tipo de estrategia puesta a ese servicio. Pero la verdadera potencia de estas fotografías tan directas, a diferencia de Eggleston es que Salgado nos presenta un misterio desvelado. El artista identifica los lugares y ríos, nombra a los individuos y las tribus o clanes, juntos y por separado, con su día a día, en sus quehaceres y momentos de ocio, en un relato frontal, sin recovecos, como diciéndonos: esto es lo que hay y es fundamental respetarlo. Pero lo más interesante para el observador, es que en esa belleza brutal y cristalina de lo natural, donde todo queda dicho, y a pesar de la lejanía para la mirada urbana occidental y tecnológica del siglo XXI, podemos conectar inmediatamente con esos individuos con su coherencia y armonía ancestral, como si hubiera un reconocimiento franco y esencial, sin tiempo ni espacio, sin distancia cultural.

Contrariamente a esta verdad desvelada, tenemos “El misterio de lo cotidiano” de Eggleston. El sosiego que proyectan sus fotografías, parece una sensación superficial que incita a indagar sobre lo que hay fuera del recuadro de la imagen, genera la necesidad en el observador de profundizar en lo que el velo de lo real esconde, como si la cara oculta estuviera más cargada de veracidad y la imagen que vemos se comportara como la puerta de entrada a otro mundo. ¿Qué puede haber tras el juego de unos niños, el peinado de una mujer o la fachada destartalada de un almacén? Ese misterio atrapa a Eggleston y él lo atrapa con su cámara y nos lo presenta de nuevo en cada foto, pero esas imágenes ya no son el espejo de lo superficial. Al quedar fijadas y poder ver las escenas con más atención, es como si el velo se hubiera rasgado un poco y se nos diera a ver mucho más en la poesía creada por el autor. No son un reflejo puro y duro, son una creación cargada de emoción que nos revela una realidad más completa.

En una de las salas de la exposición se resalta la siguiente frase de Eggleston: «es importante el encuadre y otras muchas más cosas». Es una afirmación que no explica nada, ni nos aporta nada del tipo de trabajo del artista; sin embargo, nos cuenta mucho de su personalidad mesurada, prudente y distanciada con el otro que retrata desde la fascinación y el impulso, sin reflexión, encuadra de un modo automático y dispara sin atender a ninguna lógica. No está buscando la poesía en el razonamiento consciente, en el compromiso con una historia o un relato. Funciona por intuición, tal como él mismo dice, no dispara dos veces la misma fotografía: algo le atrae, mira a través del objetivo y dispara, para seguir caminando. Al final casi todo arte se separa de la lógica que lo define para hacerse grande en una poesía que no se sabe bien cómo definir.

Salgado, sin embargo, no deja nada al azar; viaja, proyecta, investiga, contempla, estudia, analiza y cultiva la paciencia como un verdadero etnógrafo que trata de mantener el equilibrio entre la distancia del científico y la cercanía del ser humano que dialoga y convive con las personas que retrata para ganarse su confianza sin que dejen de ser ellos mismos. De este modo, pretende ofrecernos al otro cultural no estereotipado en la categoría de indígena de la selva del Amazonas. Trata de potenciar la personalidad de los retratados, reproducir una identidad individualizada y no complaciente con nuestra mirada occidental; los eleva a la calidad de protagonistas de su propia historia, pero la realidad es que estamos ante un falso reportaje, siempre mediado por el fotógrafo que los estimula a que se representen a sí mismos, pero al mismo tiempo los está exponiendo como escudos humanos en su guerra tácita.

Impulso o azar, no importa, lo que queda claro es que los momentos decisivos en ambas exposiciones son de una belleza incuestionable. Ambos fotógrafos muestran la complejidad de nuestro mundo y al mismo tiempo dejan atrás la narrativa superficial, es decir, las imágenes no están registrando ninguna verdad absoluta para un archivo fidedigno de la historia. Esto no es lo que pasa en Memphis o en el Amazonas, es la creación de una falsa memoria y, por tanto, las imágenes conforman una poesía verdadera del autor que queda impresa como metáfora a través de recursos y posiciones contrarias: preservar o atestiguar el deterioro; vida y muerte; identidad o anonimato; color o B/N; lejano o cercano; ficción o realidad; representación directa o misterio; arte o documento. Salgado y Eggleston están participando de la creación de una nueva memoria, una construcción relacionada con ellos mismos; cada una de las imágenes son un espejo cuya superficie nos devuelve el reflejo de su autor. Es por ello, que las fotografías pasan del compromiso documental al compromiso artístico, no son documentos porque nos evocan realidades poetizadas, una visión personal para llevarnos a un lugar que los artistas idealizan y elevan a una categoría superior. Estamos ante una fotografía de autor utilizando los recursos del documental: un documental poetizado.

“Amazonia”. Sebastião Salgado (1944, Minas Gerais, Brasil).

Teatro Fernán Gómez. Madrid

Sebatião Salgado Brasil 1944, fotógrago, artista americano

 “El misterio de lo cotidiano”.  William Eggleston (1939, Memphis, Tennessee, Estados Unidos)

 Fundación Mapfre. Espacio Kbr.  Barcelona

Share

El reflejo de lo invisible

Susana Pardo

El reflejo de lo invisible

El arte visual utiliza su paradoja afirmando que ver es dejar de creer en lo que parece que vemos.

 

La sala 0 del Instituto Aragonés de Arte y Cultura contemporáneos Pablo Serrano acoge la exposición colectiva “El reflejo de lo invisible”, donde se propone el diálogo entre dos mundos que aparentemente se dan la espalda y plantea el dilema que supone enfrentarse desde la percepción sensible, es decir, desde lo que el ojo observa, a lo que le es ajeno, le está vetado, es un misterio o un imposible.

Nunca dejamos de ver; incluso cuando parpadeamos nuestro cerebro sigue procesando impulsos visuales. Mirar es conectar activamente con todo lo que nos rodea ya que implica pensar, conocer e interpretar la información percibida, pero también imaginar, sentir, inventar, suponer y crear. La experiencia de contemplar, además de proporcionar un disfrute estético, es un instrumento de vida y como tal parece imprescindible perfeccionar y desarrollar los modos de uso de la mirada.

En nuestro contexto sociocultural se le concede tanto poder al sentido de la vista que aquello que no podemos ver no tiene apenas relevancia, incluso llegamos a negar su existencia. Con esta exposición las artistas aspiran a ir más allá de las limitaciones del ojo y ampliar los significados de lo visible e invisible aportando tres miradas dispares y subjetivas que logren unir lo perceptible con el pensamiento, la imaginación, la intuición, la investigación, la especulación y la libertad como pilares básicos de la práctica artística, extensible a nuestro hacer habitual.

En sus obras, las artistas Silvia Castell, Rosa Gimeno y Asun Valet, plasman distintos aspectos y realidades que no forman parte del campo de visión cotidiano y, sin embargo, están ahí. Gracias a poner el foco en lo que pasa desapercibido, lo marginal y lo censurado persisten en representar lo intuido y reflexionar sobre lo invisible y lo invisibilizado.

El espectador encontrará tres espacios diferenciados, como si se tratara de tres exposiciones distintas, para reforzar uno de los aspectos que se abordan en el ensayo: la singularidad de la experiencia estética; ya sea desde la posición del espectador como desde el lado de los creadores, percibir, comprender el mundo que nos rodea y ampliar sus límites son acciones personalizadas y únicas que nos conforman como individuos y nos otorgan una identidad exclusiva que irá transformándose con nosotros en el transcurso de la vida. Es por ello que cada una de las artistas se acerca a la reflexión de lo visible e invisible desde lo íntimo y particular dando como resultado propuestas diversas que al conectarlas crean una red compleja que viene a ampliar el estado de conciencia humana.

ASUN VALET

El reflejo de lo invisible, IAACC, IAACC Pablo Serrano, Exposición, Pintura, Arte, Zaragoza, Asun Valet, Artista, pintora, Papel japonés, Entrever, A través de la piel

El recorrido comienza con las series “A través de la piel” y “Entrever” de Asun Valet, títulos que parecen anticipar la dificultad de percibir y el empeño que ha de poner el espectador para captar lo que se nos presenta a los ojos. Sin embargo, en ambas series la artista sugiere la posibilidad tanto como la dificultad de verlo todo en sus piezas, tal como ocurre en la vida misma.

Observar las obras de Asun Valet es adentrarse en la propia experiencia estética; es como leer un libro sin texto o aceptar lo extrasensorial. Cada una de sus piezas es la prueba del encuentro armónico entre lo aparente y lo oculto. Para representar esta ambigüedad, Valet hace uso de la superposición y la veladura. Cada obra de “A través de la piel” se compone de dos pliegos de gran formato de papel washi, o papel tradicional japonés hecho a mano, colocados uno delante del otro, cubriéndose en su totalidad, aunque la semitransparencia del liviano papel permite vislumbrar los contornos de la segunda capa.

Mientras la epidermis de esta piel, visible a simple vista, está recorrida por gestos vibrantes y contundentes pinceladas orgánicas a base de agua y pigmentos de hierro, la dermis del segundo plano emerge velada, solo accesible a una mirada atenta, dejándose adivinar las formas circulares o cuadrangulares realizadas con finísimos trazos de tinta que se entrecruzan o enredan aportando textura y color.

En la serie “Entrever”, la superposición se realiza por medio de varios círculos de papel gampi, entre los cuales quedan atrapados diferentes clases de compases, cuyos perfiles se traslucen difusos bajo la sutilidad del papel y la pintura de hierro licuada, que se adhieren a sus contornos.

En ambas series se establece un diálogo entre diferentes ámbitos de la percepción. La dualidad es tensionada hasta una convivencia no competitiva que transforma los opuestos en complementarios: ver y sentir, azar y racionalidad, pesadez y ligereza, oscuridad y transparencia, movimiento y calma, organicidad y geometría, control y expresión, consciente e inconsciente, visible e invisible…, dejan de colisionar para ser instantes de la existencia que se relacionan en un plano consciente.

SILVIA CASTELL

El reflejo de lo invisible, IAACC, IAACC Pablo Serrano, Exposición, Pintura, Zaragoza, Silvia Castell, Artista, Pintora, El envés de las cosas

En el segundo espacio encontramos la propuesta de Silvia Castell cuyas piezas tienen títulos como Oscuro, Indefinido, Fosco, Infinitud, Difuso, Impreciso o Verde, Gris, Libro…, donde parece implícita una incapacidad de ver o la opción de mirar solo la superficie obvia de lo real. Sin embargo, todas estas piezas forman parte de la serie denominada “El envés de las cosas” donde la artista parte de la premisa inicial del empeño por mirar, de asomarse al otro lado del mundo, de atreverse a observar y darle la vuelta a objetos e individuos, trepar muros si hace falta para llegar a otear detrás de las evidencias y los obstáculos; en definitiva, traspasar los límites de la percepción.

Al ir adentrándose en la representación de lo invisible, descubre el modo fragmentario en que el mundo se nos presenta y cómo el sesgo viene dado por la forma de mirar y la facultad de imaginar, de modo que se reconstruyen otras imágenes a medio camino entre realidad y ficción.

Sus pinturas se estructuran en dos planos donde interaccionan abstracciones de mundos simplificados. El escenario del fondo, oculto parcialmente, se despliega articulándose a partir de la corporeidad que ofrece el horizonte que, a pesar de su no existencia, es un elemento visible y aquí se representa de manera difuminada delimitando lo que parecen territorios de arena, mar o cielo. Este paisaje en calma se ve cortado, en la mayoría de las piezas, por una suerte de formas rectangulares o trapezoidales donde se encajan entornos variados. Estas geometrías, únicas o agrupadas, se manifiestan como ventanas que invitan a asomarse ante la promesa de que al otro lado de esas realidades múltiples estuviera lo auténticamente libre, solo hay que traspasar el límite del marco o rasgar el velo que nubla la mirada para acceder a un conocimiento que de otra manera hubiera pasado desapercibido.

La evolución del propio trabajo procura una segunda acción incorporando objetos tridimensionales a las piezas, de modo que el visitante se encuentre en un espacio más cercano y reconocible: una manta perfectamente doblada, una escalera, un fragmento de madera pintada o un caballete donde se apoya un vinilo. Son cosas sencillas que acompañan a las pinturas, convirtiéndose en el propio lienzo expandido. Podrían considerarse elementos de tránsito u obstáculos que se interponen para impedir la correcta visión de los cuadros; sin embargo, están ahí como prolongaciones de la propia pintura para reclamar el libre uso del espacio y apoyar otras formas de percepción y relación con el observador. El esfuerzo de procurarles su sitio no parece baldío, aunque eso conlleve la rotura del simulacro de armonía en los cuadros; la importancia de resquebrajar las realidades unívocas no es solo desenmascarar una falsa universalidad sino abrirse a la intromisión y favorecer la inclusión de la alteridad.

ROSA GIMENO

La tercera sala acoge las proyecciones de los videoarte y la videoinstalación que da nombre a la serie “Mujer invisible” de Rosa Gimeno. Pensar en los conceptos de visible e invisible traslada a la artista al conflictivo territorio de la censura y la invisibilidad interesada. Su propuesta audiovisual articula principios del arte y pensamiento feminista que ponen el foco en el cuerpo de la mujer y su rol social y cultural dentro y fuera de nuestras fronteras; sus obras desprenden la convicción de cómo el arte que muestra la vida la posibilita, además de corregir una injusticia.

Su pieza principal, la videoinstalación Mujer invisible con instalación: Mesa – Puente, es la manifestación de la conexión entre espacios de libertad, modulándose en una doble proyección enfrentada con la escultura Mesa – Puente posicionada como intermediaria entre las imágenes y los elementos que acoge bajo ella: fotografías y objetos rescatados del olvido o el abandono, ocultos bajo estratos de indiferencia. Las imágenes del videoarte, Mujer invisible, muestran la espalda desnuda, no idealizada, de una mujer emergiendo de la oscuridad; sobreimpresas van apareciendo y desapareciendo las palabras invisible, ocultada, erosionada, contaminada, líquida…, una referencia simbólica de la construcción de la identidad sujeta al deseo y la realización ajena.

El reflejo de lo invisible, IAACC, IAACC Pablo Serrano, Exposición, Escultura, Videoarte, Videoinstalación, Fotografía, Zaragoza, Rosa Gimeno, Mujer invisible

El videoarte Atrapada en la tela de araña ahonda en las ataduras y estereotipos que no dejan crecer ni buscar una mirada propia sin la mediación interesada del otro; mientras que la pieza Soliloquio representa a la mujer invisible que, lejos de desaparecer en el torbellino social, se apropia del monólogo de Segismundo en La vida es sueño de Calderón de la Barca, para reivindicar su derecho a una vida digna.

El reflejo de lo invisible, IAACC, IAACC Pablo Serrano, Exposición, Escultura, Videoarte, Videoinstalación, Fotografía, Zaragoza, España, Europa, Rosa Gimeno, Mujer invisible
El reflejo de lo invisible, IAACC, IAACC Pablo Serrano, Exposición, Escultura, Videoarte, Videoinstalación, Fotografía, Zaragoza, España, Europa, Rosa Gimeno, Mujer invisible
El reflejo de lo invisible, IAACC, IAACC Pablo Serrano, Exposición, Escultura, Videoarte, Videoinstalación, Fotografía, Zaragoza, España, Europa, Rosa Gimeno, Mujer invisible

En los videoarte Me llamo Diana y Soy Manizha se rescata del anonimato a mujeres de otras etnias y culturas. Diana es una superviviente del maltrato de su pareja y cuenta someramente su dura vida frente a una pared en la que se proyectan las sombras de gente yendo y viniendo, tan ciegas y sordas como el propio muro. Manizha es una refugiada afgana que huye del abandono y la explotación de todo un sistema político que no entiende que anular y destruir a la mitad de su población es una sentencia de muerte social. La concepción de este video está sujeto a un entramado simbólico que incluye un pequeño homenaje al cuadro de Velázquez titulado Cristo en casa de Marta y María.

El reflejo de lo invisible, IAACC, IAACC Pablo Serrano, Exposición, Escultura, Videoarte, Videoinstalación, Fotografía, Zaragoza, España, Europa, Rosa Gimeno, Mujer invisible

Cuando la política y la ideología se pierden en falsos consensos de igualdad el arte toma el relevo y se enfrenta al reto de representar lo irrepresentable, aquello que es tan difícil de mostrar como es el dolor, la violencia o la injusticia. La artista recurre a la composición, la amalgama y la superposición en una suerte de arte relacional para crear situaciones de proximidad que reconstruyan los relatos que han quedado ocultos en el estrato de lo invisible y gracias a mantenerse en el lugar del disenso dan testimonio del mundo no reconciliado.

La exposición El reflejo de lo invisible” implica un reconocimiento a la inestimable aportación del arte plástico y audiovisual al ámbito de la imaginación y la libertad. Gracias al uso que el arte hace de estas valiosas herramientas, combinadas con su potencial natural para dar a ver, las piezas de arte visual son capaces de mostrar esos otros lugares invisibles, ya sean reales o no, simbólicos, alegóricos o utópicos, y representar eficazmente el mundo de las ideas y el pensamiento, además de llevarnos más allá de los límites en una construcción infinita individual y social.

_____________________________________________________________________________________________________________________________________________________

Este texto es un extracto del ensayo “El reflejo de lo invisible” de mi autoría, cuya publicación ha sido producida y editada por el Museo IAACC Pablo Serrano de Zaragoza con motivo de la Exposición «El reflejo de lo invisible» con las obras que ilustran este artículo de las artistas Asun Valet, Silvia Castell y Rosa Gimeno.

Otoño de 2023

_____________________________________________________________________________________________________________________________________________________

Enlaces

Share

VARIACIONES EN PEQUEÑO FORMATO

Susana Pardo

VARIACIONES EN PEQUEÑO FORMATO

La naturaleza dispara. Claudia Rebeca Lorenzo

Claudia Rebeca Lorenzo. Txukela. 2020. Instalación. Foto M. Blanco pintora, escultura, española, europea

En las piezas de Lorenzo está implícita la historia del arte con sus corrientes expresionistas abstractas, así como la amplia investigación de lenguajes plásticos fauvistas y figurativos. Su forma intuitiva de trabajar parte del dibujo que le permite incidir en la materialidad de las formas, líneas, pinceladas, colores, manchas, texturas y trazos. La pintura va apareciendo de modo azaroso y abstracto, sin plantear un tema o concepto previo; es su mano la que piensa mientras dibuja y pinta, no su mente racional. En el propio hacer, es la acción la que discurre y configura ciertas formas que, a posteriori, podrán reconocerse como vegetación, rostros o figuras.

 

Obra de Claudia Rebeca Lorenzo, Escultura, Pintora, española, Europea,

Esas apariencias rememoran un primitivismo ancestral, un espacio frondoso y colorido reinterpretado del natural donde el ser humano es uno más. Un proceso abierto de crecimiento orgánico que la artista continúa en la realización de collages que se salen del papel o el lienzo a modo de relieves, para terminar en las tres dimensiones que le proporciona la escultura.

En ese sistema de trabajo, el proceso es una parte esencial; y es así, porque en el mismo hacer, en la continua construcción y elaboración de las piezas, cobra especial relevancia identificar plenamente el arte con la vida. La artista se concede intervenir sobre sus propios objetos artísticos sin censuras; todo lo que forma parte de la experiencia de existir es incorporado y validado: ya sea el movimiento, el aprendizaje, los elementos de nuestro entorno, la mezcla de percepciones cognitivas y emocionales, las mutaciones o la superación de los marcos de referencia. El rítmico proceso de elaboración en las obras se confunde con la propia acción vital; ambos ejercicios se desarrollan en un tiempo y espacio extendido garantizando la expansión de los procesos creativos y generativos.

Obra de Claudia Rebeca Lorenzo, Escultura, Pintora, española, Europea
Obra de Claudia Rebeca Lorenzo, Escultura, Pintora, española, Europea

Mantenemos una extraña y absurda guerra contra lo natural, como si nosotros no formáramos parte de ella; tratamos de ordenar y acotar la vida, mantenerla dentro de límites cartesianos, en parterres geométricos o ciudades de bloques con aristas cortantes, sin pensar en el efecto que esto produce en la psique de las personas o en el alma humana. Aparecen corrientes de pensamiento como el racionalismo o el minimalismo para dar a luz lenguajes simples y en equilibrio con el ser humano; formas de estructurar y simplificar la vida, espacios físicos y mentales donde descansar en la armonía de la expresión lógica. Sin embargo, en las últimas décadas esta sencillez ha desembocado en la creación de un lenguaje no conflictivo o políticamente correcto; ya sea en el diseño gráfico, en el interiorismo y la moda, en el arte y la arquitectura se privilegia lo sobrio y lo claro, aquello que sea asequible, fácil de asimilar y entender por una mayoría.

Lo global y homogéneo facilita el mercado. Unificar el gusto es rentable; sin embargo, considerar a los individuos como seres uniformes e indiferenciados provoca consecuencias nefastas. Esta tendencia creciente a estandarizar y categorizar a las personas en unos pocos grupos tipificados y perfectamente etiquetados reduce al individuo, su pensamiento y creatividad queda mermada y, lo más grave, aniquila toda opinión personal o respuesta crítica.

Y es que, queramos o no, la naturaleza es compleja y diversa, laberíntica y recargada, plana y vacía, exuberante y mínimal, llena de color y anodina, es una jungla y un desierto, un lago en calma y una tempestad. Ordenarla implica acabar con esa maraña de posibilidades e infinidad de opciones; una tremenda insensatez porque atenta contra la propia existencia. Es imprescindible valorar lo único y original en la naturaleza, lo que implica proteger la idea del yo y los valores humanos de lo identitario y la subjetividad. Da igual cómo queramos retorcer y asfixiar la vida en cualquiera de sus variantes, ella siempre responde a sí misma y propone su infinitud creativa: no una flor, sino cientos de miles, no un insecto, sino millones de ellos, no una especie animal sino una inmensa variedad, no una comunidad universal sino un complejo entramado de individualidades con vínculos afectivos capaces de crear cultura. Una naturaleza expandida siempre más voluptuosa y colorista, con más formas y asociaciones que vienen a ganar la partida.

Obra de Claudia Rebeca Lorenzo, Escultura, Pintora, española, Europea

 

Y aquí aparece el centro de la propuesta de Claudia Rebeca Lorenzo: la variación. Ella la plantea desde su ejercicio plástico procesual, logrando formas inéditas a medida que añade algo nuevo, ya sea un material, una forma o un color. El cambio, la mutación, la adhesión o sustracción entraña una variación que da lugar a una estructura y apariencia diferente y, por tanto, otro ente. La variación es generativa, creadora de nuevas formas orgánicas e individuos, trae consigo la adaptación y, por tanto, implica la supervivencia ante lo nuevo e imprevisto. Es crucial entender que lo diferente aplicado a cualquier nivel, aquello que singulariza y distingue permite que la naturaleza se expanda y enriquezca; pero además, para la humanidad, la complejidad es necesaria porque la unión de las múltiples subjetividades trae consigo un desarrollo de nuestro potencial creativo así como el incremento de la conciencia.

Las industrias y tecnologías no ofrecen la economía de medios para la paz de espíritu; mas bien al contrario, el mundo de los negocios y, más concretamente, los mercados bursátiles solo buscan la rentabilidad máxima al mínimo coste. Ser eficiente a cualquier precio conlleva lo que anuncia la artista: que llega la naturaleza y nos dispara. Sin embargo, más que matar, estaríamos hablando de un suicidio programado por la ceguera humana. La naturaleza nos acoge y nos pone sobre aviso para advertirnos que el arma la empuña este falso ecologismo sustentado solo en la economía. La naturaleza es dadora de vida y ofrece diálogo; y nosotros necesitamos convertirnos en una especie de Tarzán del siglo XXI, para ser capaces de comunicarnos, entender y disfrutar con el resto de seres vivos, transformar nuestra mirada en una forma de conocimiento y respeto para una convivencia armónica con el entorno, los otros y nosotros mismos.

Obra de Claudia Rebeca Lorenzo Alrededor de una cabeza, Escultora, pintora, española, europea
Obra de Claudia Rebeca Lorenzo, Escultura, Pintora, española, Europea
Obra de Claudia Rebeca Lorenzo. Txukela. 2020. Instalación, pintora, escultora, española, europea
Achanta la mui, Obra de Claudia Rebeca Lorenzo, pintora, escultora, española, europea

Los artistas en general y Lorenzo en particular, se convierten en el chamán contemporáneo, conmocionado por esta materia; consciente y preparado, el artista-chamán utiliza la memoria de la historia del arte para establecer este diálogo necesario entre arte y vida. El arte, como ficción que se sabe creativa y generadora de pensamiento y acción, utiliza la mentira para un verdadero ecologismo, crea una realidad utópica de verdadera comunión como propuesta de futuro.

La galería Art Nueve acoge una sutil representación de todo este trabajo y pensamiento de Claudia Rebeca con una selección de obras pequeñas y discretas en las que la artista, convertida en profeta, anuncia la venida de un momento de auténtica unión entre todos los integrantes de nuestro mundo natural. Nos habla de lo orgánico en toda su extensión, de cómo las plantas y los animales de cualquier especie están dotados de una enorme fuerza, mientras que sus figuras y personajes humanizados son entes primitivos, a medio camino o al margen de la vida, sin capacidad de comprender la relación o el diálogo que la naturaleza propone.

Obra de Claudia Rebeca Lorenzo, Escultura, Pintora, española, Europea

La naturaleza dispara pero de momento no apunta a matar, espera a que la humanidad deje de mirarse el ombligo. La naturaleza no es solo un lugar de uso y abuso, nosotros mismos somos naturaleza. En teoría, el ser humano es la parte consciente de la naturaleza, la que debería comprender el proceso vital y creativo y nutrirla de sí misma; pero sobre todo, Claudia Rebeca Lorenzo nos muestra el arte en movimiento y la importancia de la variación en la naturaleza, donde lo bello natural o clásico y las variaciones sobrenaturales o monstruosas se conjugan para una universalidad inacabada, siempre en un continuo hacerse rítmico.

De este modo, sus obras están impregnadas de posibilidades donde la naturaleza crece sin control, por la exuberante expresión de la vida, ya sea vegetal, animal o humana. La artista expone la naturaleza como el último eslabón de la cadena orgánica; no ha escogido el instinto de un animal superior o la inteligencia humana para que ostente la cúspide de la pirámide evolutiva, sino la propia naturaleza, es decir, coloca en este punto culminante o fin último a la conciencia natural que acoge por igual los pétalos de una flor, los troncos, ramas u hojas de un árbol, las alas de una aparente mariposa, una cabeza o un rostro, sin ninguna jerarquía definida.

Con el título, La naturaleza dispara, se hace referencia a quién está al mando, a cómo la naturaleza se impone frente al resto de opciones creadoras. Algo que cualquiera de nosotros ha podido comprobar en el espacio natural o en aquel jardín donde se deja de intervenir o el patio que se descuida: crecen los musgos y mohos, se llena de vegetación e insectos, colonias de gatos o reptiles de todo tipo, etc. La naturaleza es imperativa y si el individuo trata de arrasarla o doblegarla se arruina a sí mismo, mientras que ella vuelve a resurgir.

Share

AMPLIANDO EL HORIZONTE DE SUCESOS

Susana Pardo

AMPLIANDO EL HORIZONTE DE SUCESOS

Al comienzo del primer Manifiesto Surrealista redactado por André Breton en 1924, se describe al hombre moderno como un autómata al que se le ha despojado de su naturaleza creativa en pos del progreso y racionalismo burgués. Este individuo, inmerso en su tiempo, suspende sus aptitudes intuitivas y emocionales renunciando así al juego y la imaginación, de manera que se pueda abandonar en exclusividad al trabajo utilitario y provechoso dentro de la maquinaria industrializada, engrasada por la lógica materialista liberal de la vida cotidiana. Si en algún momento, este individuo descubre la farsa hacia la que ha sido dirigido, no puede dar marcha atrás, según Breton, porque ha vendido su cuerpo y su alma a la causa de las necesidades prácticas; si renuncia al pensamiento libre, a la ética y espiritualidad no dogmática o a perderse en la lucidez de los sueños y el misterio ¿qué le queda? El hombre se vuelve superficial en este estado, incapaz de reaccionar o entender, «bajo ningún pretexto sabrá percibir su salvación» en palabras de Breton.

Liberar la imaginación es liberar al cuerpo y al espíritu

Dalí. Retrato de Mae West, 1934-35

Hoy se sabe que nuestro cerebro activa las mismas áreas neuronales cuando rememora el pasado que al tratar de imaginar el futuro. Este inquietante hallazgo de la neurociencia pone de manifiesto que ambas acciones, la de volver la vista a nuestra memoria y rebuscar en lo vivido como crear y proyectar hacia el futuro, implican la construcción de un relato. En cierto sentido, esto constituye una amenaza, que se evidencia ante la incapacidad de calibrar hasta dónde estamos fabulando o inventando al recordar quiénes éramos y qué ocurrió años atrás; sin embargo, nos da una pista más de cómo actúa la biología en sintonía y a favor del movimiento y la transformación. Los individuos y las comunidades estamos en continuo proceso, no podemos escapar al viaje del devenir que hace saltar por los aires lo normativo, mueve constantemente los acuerdos éticos y morales y, desde luego, dificulta el frágil entendimiento entre objetividad y justicia.

Por tanto, del mismo modo que hemos de ser conscientes del proceso de aprendizaje y cambio que tienen lugar durante nuestra experiencia vital, parece imprescindible redimensionar la confianza en las certidumbres históricas y la fiabilidad de lo recordado a nivel personal. ¿Cómo diferenciar la verdad de la mentira? En el centro de esta confusión, se podría afirmar, con cierta reticencia, que la ficción o creación mental se erige como la única verdad, aunque no menos frágil, que se levanta sobre los pilares de la relatividad en un terreno de arenas movedizas. La duda se convierte en una compañera inseparable. La ciencia ha demostrado este escenario que los surrealistas vislumbraron hace un siglo, poniendo en valor la imaginación como ingrediente fundamental para ampliar el conocimiento y fundar nuevos mundos; una imaginación que, además, nos proporciona la posibilidad de aunar en un espacio holístico el pasado, presente y futuro.

La desventaja de la ciencia frente al arte es el ritmo de su método: para emitir sus hallazgos, los científicos han de observar, analizar, explicar, corroborar y concretar sus hipótesis en leyes; mientras que las propuestas artísticas apelan a la emoción, la intuición y la imaginación, estableciéndose cauces y fórmulas más directas e inmediatas capaces de generar preguntas, poner en duda la normatividad del momento, abrir el horizonte de sucesos a los diferentes planos de realidad y proponer alternativas.

El ritmo del arte acorta y simplifica el flujo favoreciendo la conexión del espacio-tiempo; se recompone la escisión que vive el hombre moderno, al que se le ha privado de su pensamiento y capacidades creativas para ser un cuerpo sin alma programado para producir. Es aquí donde el Movimiento Surrealista quiere incidir, en reconducir y estimular esta unión que conecte la humanidad con su pasado y el individuo sea capaz de restablecer el equilibrio entre inconsciente y consciente, cuerpo y psique, sueño y vigilia. Breton advierte de ciertas actitudes surrealistas en poetas y escritores del pasado y anima a la búsqueda, la investigación y la experimentación para acercarse a lugares que escapan a la lógica y los convencionalismos.

Solo desde la imaginación es posible la poesía.

Dora Maar. Sin título, 1934

Y la imaginación está ligada al inconsciente, disponible en cada ser humano, de ahí que los surrealistas pensaran que todo individuo es un poeta potencial. El término poesía deriva del vocablo griego poiesis que significa producción, creación, algo que parte del no-ser para ser o existir, ya sea mediante el proceso natural de procreación o por la aplicación de un conocimiento técnico o saber hacer. La poesía es, por tanto, el resultado o la cualidad de la acción de realizar, tal como la filosofía de la antigüedad griega describía, y se extiende, por definición, a todas las artes y actividades creativas capaces de convertir un pensamiento en materia. Poesía y arte van de la mano al transformar la idea en objeto, lo invisible en visible, o lo que es lo mismo, al arrojar luz al misterio.

 

Revista

A punto de cumplir un siglo de su nacimiento, es posible observar el enorme alcance de las ideas surrealistas, algo impensable en su momento porque la materialización plástica de su concepto de belleza no aparentaba ser tan rupturista o radical como otros movimientos de vanguardia (la abstracción o el propio movimiento Dadá, del que bebieron muchos de sus principios). Nació con ciertas restricciones; para empezar, su líder, André Breton, era autoritario y exigente, escribió varios manifiestos para fijar las normas de cómo había que romper las normas: una paradoja difícil de asumir por los integrantes del grupo. Admitía y echaba a placer a los artistas que él consideraba y, por si fuera poco, le tocó vivir el momento político más convulso y con mayores crisis: el período entreguerras estuvo marcado por la desigualdad social, el Crack de 29, el nacimiento de los fascismos, violencia, analfabetismo, pobreza y degeneración social.

Aunque el Movimiento Surrealista lo inician hombres del mundo de las letras, muy pronto es secundado por artistas plásticos que se agregan a este pensamiento con una actitud abierta y lúdica, desligada de cualquier finalidad concreta que no tenga que ver con la de satisfacer el propio deseo de experimentar; bucean tanto en el simbolismo y lo onírico como en la locura y lo oculto del inconsciente para esquivar al guardián racional; heredan del movimiento Dadá la aceptación del encuentro fortuito, la incoherencia, el azar y lo absurdo por medio de la asociación de ideas sin sentido ni condicionantes; hacen uso de la burla, la ironía y lo grotesco; inventan herramientas como la escritura automática, el cadáver exquisito o el método paranoico-crítico. Este fue el gran descubrimiento de Dalí, acogido por la comunidad surrealista con enorme aceptación; basado en las teorías del psicoanálisis de Freud y Lacan, «Dalí había encontrado en la paranoia el estado mental superior para desacreditar la realidad a partir de la interpretación delirante de la misma […] Mediante la aplicación del método paranoico-crítico, lo que Dalí buscaba no era sino transformar drásticamente la percepción y la comprensión de lo real». Dalí proponía actuar como un paranoico que, en su delirio, manipula su entorno para satisfacer sus deseos.

Dalí. Escenario

Desde los comienzos del Surrealismo, el objeto juega un papel protagonista, utilizado por su potencial simbólico y metafórico en todas las creaciones: poemas, collages, fotografías, películas y pinturas. Omnipresente, el objeto, o la asociación de elementos o materiales escogidos por su forma seductora, es tanto más alabado cuanto mayor es la inmediatez que produce su uso o realización, y la capacidad automática de sugerir una multiplicidad de significados.
La fotografía de objetos, como los ready-made de Duchamp, representan la trilogía surrealista belleza-encuentro-casualidad a la perfección. En ambos lenguajes se produce la unión entre el inconsciente pulsional (que satisface los deseos sin pensar en reglas preestablecidas) con el inconsciente óptico que proporcionaba la instantaneidad de la fotografía y el objeto encontrado (algo que la pintura o la escultura por la lentitud de su realización perdía las cualidades de ser un automatismo que no necesita pasar por el pensamiento racional).

La exposición “Objetos de Deseo. Surrealismo y diseño, 1924-2020”, en CaixaForum de Barcelona, pone de relieve cómo los ecos surrealistas llegan hasta nuestros días difundiéndose e impregnando nuestros espacios mentales y entorno físico sin aparente choque cultural: los mundos oníricos de Tunguy se convierten en el expresionismo abstracto de Pollock o las esculturas verdes de Gae Aulenti; no hay solución de continuidad entre los estados paranoides de Dalí y los paisajes oníricos del videoclip Utopía de Björk. El cine experimental y el videoarte conceptual beben directamente de Buñuel, Cocteau o Man Ray.

Björk, Utopia

Ruth Francken. Silla-hombre, 1970

Brazalete de pelo y anillo de terrón de azúcar, 1935-37

Observamos cómo de los objetos surrealistas y los ready-made de Duchamp se pasa sin rebelión al diseño de mobiliario o cómo el retrato tridimensional de la actriz Mae West de Dalí no solo son un adelanto de lenguajes artísticos como la instalación, el Pop Art o los Site Specific, sino que inspiran el diseño y la decoración de interiores; el diseño gráfico y la moda se ha visto ampliado desde aquellas fotografías del Vogue hasta los diseñadores de nuestro tiempo.

Marcel Duchamp. Tour, 1993                                                                                                                Gae Aulenti. Tour, 1993

A continuación, el poema de Manuel Granados describe el itinerario por el que el arte discurre hasta trasladarnos a su objetivo. La poesía es la manifestación de la voluntad del artista de avanzar, sin mapa, en el abismo de sí mismo; la creación artística es la materialización de una aventura para descubrir caminos y espacios más allá de la lógica. Aún en la tarea más objetiva de pintar un paisaje copiado del natural o en un retrato con modelo, el artista se enfrenta a un trabajo de introspección y búsqueda inconsciente que le lleva, la mayoría de las veces, a lugares inesperados y desconocidos, incluso para él mismo, cuyo descubrimiento procura un alimento real. Este es el estado de vacío que muchos artistas describen donde no se sabe qué está pasando, solo hay una apertura a las infinitas posibilidades que se presentan entre los estratos de la memoria dormida y cuyo conocimiento se conecta en una maraña sin lógica.

 

Te entrego lo que no busqué
lo abrazas con alivio
los márgenes se mueven y el devenir se hace soportable;
ciclos abiertos para el habitante de lo impermanente.
Acaricio la memoria imaginada
el nombre protege: llamo arte al arte,
alguien lo respeta
la semilla paciente espera su tiempo.
El poeta no renuncia y la conciencia crece.

 

Paradójicamente, a través del hedonismo materialista y el culto a la satisfacción de las pulsiones físicas, el pensamiento surrealista nos ha legado la profundidad de la mirada y la terapia de la imaginación; artistas posteriores recogen el testigo de experimentar con el sinsentido para adentrarse sin temor en los territorios inexplorados de la mente y el espíritu.

Gae Aulenti, Esculturas verdes

Front. Lámpara-caballo. 2006

Front. Lámpara-caballo. 2006

Iris van Herpen. Syntopia. 2018

Share

Paisajes y libros

Aurelio San Pedro

Paisajes y libros

En su reciente y primera exposición en la galería Pigment Gallery de Barcelona, el artista nos muestra el resultado de  su trabajo, que gira alrededor de dos  conceptos: el espacio (paisaje) y el tiempo (libros). Los paisajes plantean  la existencia de un sujeto que observa  y de un objeto observado destacando  sus cualidades visuales.  Nos muestran distancia, vaguedad, y una idealización del espacio.  Estas características van ligadas a la definición de recuerdo. Las esculturas murales establecen una relación y  comparan la experiencia  con las páginas escritas; al fin y al cabo las personas son historias, historias que se cuentan y se escriben. Cada libro no es solamente un relato sino una vivencia, ya sea del autor, del protagonista de la historia o, en la mayoría de los casos, del propio artista que los  utiliza y manipula. Estos fragmentos de libros representan lapsos de tiempo variables, utilizando la repetición, el acopio y el orden para  posteriormente ser guardados y archivados, esta repetición da como resultado un aspecto visual que tiene relación con el coleccionismo, sobre todo en el campo de la entomología.  Pequeños recuerdos que uno guarda para sí mismo.

Recorrió su camino. Técnica mixta, Diámetro 100 cm

Las hojas, una tras otra terminan por formar un círculo, recordándonos el corte transversal del tronco de un árbol, representando el paso del tiempo a través de las hojas de libros que contienen vivencias.

Fue olvidando lentamenteTécnica mixta, 140 x 100 cm 

Las hojas del libro, cortadas y dobladas, conforman una matriz perfecta, en la que se pueden observar huecos. La  pieza simboliza el recuerdo, los vacíos  y el olvido de estos.

Paisaje, Obra de Aurelio San Pedro, 2019. artista visual y pintor catalán, español, europeo

 Paisaje, lápiz sobre papel, 100 x 100 cm

Fragmentos. Técnica mixta, 100 x 100 cm

Fragmentos, incorpora un nuevo material a la serie: la escayola. Las partes de los libros que se utilizan son aleatorias, como tapas, lomos, tejidos, hojas, etc., y están integradas en pequeñas láminas de escayola de apariencia frágiles. Cada lámina representa un pequeño fragmento de recuerdo, más bien una imagen borrosa.

Recuerdos de infancia. Técnica mixta. 100 x 100

En esta obra el artista, por medios de distintos elementos bien organizados, nos sugiere en su composición, la idea de archivo. En este caso se han utilizado los lomos de los libros, parte que protege y contiene las páginas, haciendo referencia a la infancia, y el color viene a reforzar el mensaje.

isaje 1, Obra de Aurelio San Pedro artista visual y pintor catalán, español, europeo

     Paisaje, lápiz sobre papel

 Veinte episodios oscuros. Técnica mixta, 100 x 100 cm

Pieza formada por veinte composiciones rectangulares compuestas por pequeñas hojas de libro enrolladas de color negro. El negro sugiere experiencias negativas, mientras que el cilindro blanco indica que de cada episodio oscuro se puede extraer algo positivo.

Aquellas historias le cambiaron. Técnica mixta. 100 x 100 cm

Al igual que en la obra titulada Recorrió su camino, cada elemento está formado por varias hojas enrolladas que configuran un pequeño disco. Estos elementos representan una serie de argumentos capaces de cambiar la forma de pensar de un individuo.

 

Paisaje, lápiz sobre papel

Share
Translate »